jueves, enero 10, 2008

El loco Arturito



El loco Arturito

Le diré que al loco Arturito le encantaba comer todas las semillas, ya fuera de frutas o verduras, que encontraba o le regalaban los vecinos o también las que "robaba" en el almacén con la mirada cómplice del almacenero haciéndose el que no veía para no acercarsele ni discutir con él - ya que el estado higiénico del loquito era deplorable, - o directamente comiendo los desperdicios que encontraba en la basura. Su paladar no hacia diferencias. Cuando encontraba semillas de árboles era igual, no tenia ningún problema en comerlas como golosinas. Verlo pasar horas sacándolas de las piñas de los pinos sentado en cualquier sitio y llevándoselas a la boca para degustarlas era rutina pupular. Hacia recordar la seriedad de los monos cuando recolectan pulgas de sus congéneres comiéndolas una a una. Y de cualquier árbol, cualquiera que fuera apetitoso a sus ojos.

Con el pasar de los años el colectivo se olvidó de que había sido de su familia o de como llegó al pueblito y se transformó en parte de todos. Muchos le envidiaban su salud, ya que le pasaban desapercibidos el frio o el calor y sus costumbres jamás cambiaban. Nunca se quejaba y siempre tenía una sonrisa a flor de labios.

Esto no desagradaba a los habitantes de la villa.

El problema con el loco Arturito era que dentro de su rutina incluía hacer pequeños huecos en la tierra cerca del pueblo - porque en el pueblo no lo dejaban, los vecinos lo corrían a los gritos (aunque no faltaron jardines que amanecían bendecidos por su gracia) - y en cada hueco cagar un poquito. Tenia una precisión increíble para colocar su pequeña cuota de mierda y un excelente estado del esfínter anal cortando el naco como con navaja. Mirando de la plaza del pueblo era común ver el culo blanco del loco cuando estaba cumpliendo su rutina en cualquier descampado en los alrededores del poblado. Los niños lo señalaban riendo y era un permanente motivo de alegría, la mayoría de los adultos movía a los lados la cabeza como signo de tolerancia, diciendo: " Y... está loquito, pobrecito."

Luego de su cagada en capítulos volvía tras sus pasos tapando cada huequito con la madre tierra haciendo alarde de un cariño realmente digno de admirar. Lamentablemente lavarse las manos no estaba en su rutina. Esto generaba una visual externa deplorable y un olor que lo precedía mucho antes que llegara, como a Gengis Kan precedían la fama de sus victorias y su salvajismo.

Esto si desagradaba a los habitantes de la villa.

Pese a que le tenían cariño lo regañaban, cada uno según su nivel de humanidad. Algunos solo lo rezongaban cariñosamente, - incluso superando el desagrado, lo bañaban y regalaban comida y ropa - pero otros lo corrían a pedradas, y si lo agarraban lo molían a palos. Así era de variada la cosa como el propio ser humano es.

Pero el loco Arturito seguía imperturbable comiendo todas las semillas que encontraba, cavando a media tarde sus hoyitos, llenándolos con sus minicagadas milimétricas y por fin culminando con su tarea casi religiosa de tapado. Así el vecindario fue juntando bronca con los años. El sector no tolerante se fue convirtiendo en mayoría. Ya eran muy pocos los que lo ayudaban. La mayoría lo corría cuando lo veía. Arturito venía poco al pueblo, solo a las casas de los que lo querían pese a sus peses.

Pero algo milagroso sucedía en el campo.

Con los años lo que comenzó como unos brotes aislados se fue convirtiendo en una gigantesca huerta donde crecía todo tipo de especies vegetales. Y todo vino con tal fuerza que en poco tiempo un bosque rodeaba el paraje. Fueron llegando animalitos de otros lares, y muchísimos pájaros encontraron un nuevo hogar. Cada vez era más difícil distinguir el culo blanco del loquito.

Al principio los de la villa visitaban el lugar con curiosidad, recogían algunos frutos o verdura para su consumo, pero llegó un momento en que el bosque se hizo tan tupido que era casi impenetrable. Salir del pueblo era tarea difícil. Como siempre sucede cuando la irracionalidad gana al hombre, en vez de preocuparse de organizar su bosque natural y sus riquezas, decidieron encontrar culpables y asi salieron a buscar al loco Arturito para mandarlo al manicomio porque ya los tenia definitivamente cansados. Pero era tarde, jamás lo encontraron. Jamás. Nunca mas lo vieron.

Por fin el loquito vivió feliz. Tenía comida, sombra y cobijo. Él tampoco encontró una salida porque nunca la buscó, quedó a salvo en el medio de "su" bosque.

¿Qué ha sido de su vida? No podría decirle, nunca más lo vi. Pero seguro que es feliz. En algún lado leí que el que nada espera, todo recibe.

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