lunes, febrero 19, 2007

Historia del avión fumigador

Posted by Picasa La supuesta caida del avión fumigador y el conflicto de intereses. (De carne somos)


Había sido un vuelo como tantos otros, grandes campos cultivados con arroz que necesitaban una correcta fumigación con insecticidas.

El retorno fue agradable, la tarde era de otoño pero muy templada, el sol comenzaba a ocultarse y pintaba de tonos de rojo el firmamento, muy abajo las vacas parecían puntitos sobre un paño de billar gigante. Ya se apreciaban las casas del pueblo.

Bárcia tenía una reunión con su amigo Pascualito ese día, pero no sabia si este ya había llegado al pueblo, así que descendió mas de lo acostumbrado para pasar sobre la casa del amigo. Quería ver el auto. Si, estaba estacionado en el patio de la casa, entonces estaba.

Se había acercado mucho al pueblo,voló rozando los techos y enseguida dejó caer la trompa del avión descendiendo la sierra acelerando a fondo. Giró apenas el volante y movió los alerones con lo que dio una gran curva a baja altura enseguida de pasar las casas - el pueblo queda en lo mas alto de la cuchilla y el aeródromo esta en la parte oriental baja de esta - enseguida de librar los eucaliptus del viejo Pascasio Peña vio las líneas de la improvisada pista de tierra mas adelante. Lo demás pura rutina, otra jornada cumplida.

Pascualito había decidido limpiar el galpón y pacientemente fue juntando muebles ya imposibles de recuperar, sillas rotas, maderas viejas, troncos podridos con huellas de polillas, basura de todo tipo, restos de lana, bolsas y botellas plásticas vacías.

Le costó mucho hacer esa limpieza, pero el gran galpón había quedado completamente vacío. No podía entender como se le juntaron tantos cachivaches viejos inservibles y menos aun por que los habia guardado tanto tiempo. Fue tal la mugre que el montón de inicio se transformó en una pequeña montaña que solo molestaba.

Antes de iniciar una blanqueada de cal a las paredes decidió hacer desaparecer esa basura quemándola, entonces completó los bordes con rolos secos de eucaliptos, cubrió todo con madera fina y hojas secas y lo prendió. Solo se quemaron los bordes. Quedó pensando.

Pascualito era hombre de paciencia y determinación, asi que fue calladito al otro galpón y volvió con diez litros de fuel oil del tanque del generador. Se detuvo frente a la mugre y diez litros le parecieron poco, volvió sobre sus pasos y trajo diez mas, volcándolo todo con cuidado. Volvió a prender. Como que quería prender pero se apagaba. El hombre se cansó de esperar, decidió ser mas drástico.

Seguro de que Bárcia no lo notaría fue a los tanques de 220 litros de gasolina de aviación que habían llegado el día anterior, chupando por un cañito saco bastante y desparramó todo obsesívamente por los costados sin tener en cuenta que las maderas y demás restos estaban calientes después de los otros intentos de encendido. Un olor fuerte característico comenzó a sentirse.

Precavido, alejándose más, con un trapo humedecido en gasolina envolvió una piedra mediana, lo prendió con el yesquero y rápido lo tiró a la mugre. Lo que vio lo dejó encandilado.

Como en una película pasada en cámara lenta, cuando la piedra convertida en bola de fuego estaba a medio camino de su destino una lengua de llamas se adelantó buscándola y prendió de golpe toda la hoguera. Los gases de hidrocarburo hicieron su trabajo con una explosión impresionante.

Pascualito quedó con la boca abierta y el pucho colgando del labio inferior. La ola de calor le pegó de frente y lo dejó desparramado en el suelo con las cejas chamuscadas. Una gran columna negra se elevó hacia el cielo. En esa posición boca arriba en el pasto vio pasar entre el humo el avión de Bárcia buscando la pista de aterrizaje. Pensó: "De cajón que me va a preguntar por la gasolina...¡que puteada me va a dar!"

Comenzo a caminar rascándose la cara hacia el avión que carreteaba por la pista lamentandose de haber sido tan inconsciente, mientras a su espalda una inmensa fogata consumía la mugre iluminando esa tarde a la que le quedaba poco para convertirse en noche.

"¡Que animal había sido!", seguía pensando mientras caminaba.

Prudencia Vega, la mas vieja de las Vega, estaba colgando la ropa recién lavada en las cuerdas del fondo del rancho. Desde allí vio pasar bajito el avión con un ruido ensordecedor.

"Un día de estos se engancha en las cuerdas de la ropa – pensó - y tenemos una tragedia."

Pero estaba acostumbrada a verlos llegar al pueblo, los fumigadores siempre pasaban arriba de su casa para aterrizar abajo en el valle, aunque ese día tenía algo especial, volaba bajo, mucho mas bajo de lo acostumbrado, incluso para días muy nublados. Curiosa, caminó los pocos metros que la separaban del borde de la cuchilla para verlo aterrizar en la pista, como tantas veces, pero no.

Una gran explosión a lo lejos acaparó todos sus sentidos. Era en las tierras de Don Pascasio Peña, donde el casero era Pascualito. Vio una llamarada grandísima y densas nubes negras que elevabndose al cielo.

"¡Por eso volaba tan bajito - dijo conversando sola - vendría con problemas, pobrecito!" y sin pensarlo más salió corriendo para las casas, hizo salir a las hijas y yernos, se subieron en el noble Rover 62 y rumbearon rápido para la comisaría. Entraron corriendo y a los gritos:

"¡SE CAYO!. ¡EL GORDO BARCIA SE ESTREYO CON EL AVION! ¡YO LO VI CAER! ¡YO VI CUANDO SE INCENDIO! ¡CORRAN A AYUDARLO!

El Comisario entendió enseguida porque él también sintió el estruendo y veia la columna de humo pero hasta ese momento no sabia que pasaba. Organizo rápidamente su personal para ir al lugar del accidente. Previamente llamó al Oficial Mayor del Grupo de Cazadores del Ejército, informando. Los soldados fueron agrupados y partieron en misión de rescate.

Todos pensaban que el gordo podía haber saltado, pero venia muy bajo y nadie vio paracaídas... no tenían demasiadas esperanzas. Igual, aun sin mucha fé, fueron apresuradamente hacia los pagos de Don Pascasio, lugar del desastre.

En el pueblo reinaba la alarma y cada uno intentaba ver algo y enterarse de alguna cosa.

"¡Quién le dice a esa pobre mujer ahora!", balbuceaba Clodomira y era consolada por la menor de las Alvarenga también subida a la camioneta con su comadre para buscar juntas los restos del difunto. "¡Hay Diosito, no somos nada, nada - seguía lamentándose - un hombre tan bueno, tan trabajador!".

Esos eran los comentarios mayoritarios en la villa, aunque también algunos opinaban sonoramente, entre trago y trago de caña brasileña: "¡ Al fin se murió ese hijo de puta!", ejerciendo su libertad de expresión.

Lo cierto es que una multitud dejó vacío el pueblo y fueron cada cual como pudo hacia el lugar de los acontecimientos.

El Comisario comentó con el Mayor: "Volaba muy bajo, lo mas seguro es que el cadáver este lejos del sitio del impacto, tenemos que prepararnos para lo peor", el Mayor muy serio,asentía con la cabeza. El Grupo de Cazadores iba en dos camiones a la zona de impacto, preparados para todo.

En otro lugar del pueblo el Chiquito Gutierrez no las tenia todas consigo. Los números iban de mal en peor, el almacén no daba lo que tenia que dar, las cuentas se acumulaban día a día y el desespero crecía a la par. Lo único que lo venia salvando era la funeraria, única en el pueblo. Cada vez que uno de los cristianos decidía pasar a mejor vida, él – que tenia la exclusividad de los servicios mortuorios – atendía los difuntos y aunque la gente era pobre, siempre algún pesito se hacia. Pero desde unos dos meses atrás una epidemia de salud hacia estragos en sus finanzas porque nadie tomaba la gran decisión. Incluso los muy enfermos, de los que se espera el desenlace de un día para otro, ni esos se definían.

Así, con el almacén al borde de la quiebra, los acreedores a las puertas y la salud del pueblo en su apogeo, el pobre Chiquito Gutierrez no encontraba salida. Hacía mas de dos horas que estaba sentado en el escritorio entreverado con los números y fumando un cigarro tras otro, pero las cuentas no le cerraban, precisaba alguna ayudita para esperar el repunte del negocio. Una ayudita económica que quizás alguien le pudiera facilitar, unos pesitos nomás, para salir del paso. Además le habían comentado que los aduaneros se iban a poner mas flexibles con el cambio de Gobierno del mes pasado y eran buenas noticias, podría surtir el almacencito nuevamente de contrabando. Estaba en esas tribulaciones cuando sintió la explosión. Desde su casa solo logró ver una columna de humo a lo lejos, al oeste del pueblo, por la casa de Pascualito. No le dio demasiada importancia, estaba absorto con sus problemas. Pero a los pocos minutos un alboroto impresionante cundía por el pueblo.

La gente corría, vio pasar al Comisario con sus efectivos y al Mayor con la élite del Cuerpo de Cazadores. Sacó medio cuerpo por la ventana del frente y le gritó al pardo Cáceres que pasaba corriendo para no perderse la movida: "¡Pardo! ¡¡PAARDOO!!... que carajo esta pasando, hermano". "¡EL GORDO BARCIA!, ¡EL GORDO BARCIA SE HIZO MIERDA CON EL AVION! ¡PARECE QUE CAYO EN LA ESTANCIA DE DON PASCASIO PEÑA ARRIBA DE LA CASA DE PASCUALITO Y LO MATO JUNTO CON TODA LA FAMILIA! ¡UNA BRUTA TRAGEDIA, ESTAMOS YENDO PARA VER QUE PODEMOS HACER!, y sin esperar comentarios siguió su corrida.

El primer impulso del Chiquito Gutierrez fue de dolor. ¡Que angustia, tantos muertos, tanta desgacia!, el segundo impulso del Chiquito Gutierrez fue de cálculo.

El Gordo Bárcia era solo, pero tenia contratado un entierro de los mas caros - cosa rara en el pueblo - y el viejo Pascualito y su familia, aunque eran muy pobres, eran muchos - calculaba como cinco finados mas - y sumando todo eran pesos y pesos que prácticamente le solucionaban las cuentas en rojo que le tenían tan preocupado. De todas maneras no podía dejar que la gente se diera cuenta de sus verdaderos pensamientos, asi que salió corriendo con una cara plena de dolor y desgarramiento. Dentro de su viejo Chevette rumbeando para los pagos de Pascasio calculaba si tendría la cantidad necesaria de cajones... si, tenia para todos, esto se estaba poniendo bueno, por fuera gritaba que no podía ser, ¡que horror pobre gente!. Le parecía mentira porque era increible, lo que es la vida, unos minutos atrás lleno de problemas y apenas unos instantes después no debía nada y por el contrario estaba super tranquilo economicamente.

Nadie lo notó, pero la mueca de dolor por momentos se le quería transformar en sonrisa. Le dolía, pero mas lo tranquilizaba. Así siguió lamentándose entreverado con la gente.

El Gordo ya estaba llegando al suelo cuando la explosión lo espantó. Atravesó una nube de humo y casi clava de trompa el avión porque su primer impulso fue frenar al tocar tierra, pero se recuperó a tiempo. Se bajó apurado y corrió hacia la casa del viejo, sin entender lo que había pasado. Lo vio venir caminando para el avión, nervioso.

"¡Que mierda hiciste Pascualito!, ¿prendiste fuego las casas?"

El otro contestó explicando lo sucedido, mostrando sus pelos chamuscados y puteándose por ser tan animal.

"¡Por suerte te das cuenta viejo bruto! - decía el Gordo entre lágrimas detanto reírse - ¡casi te freís vos y toda la familia, que bestia, ahora eso si, el galpón te quedó bien limpito ... ¡y quemaste como dos hectáreas de campo!"

No podía aguantar la risa, tanto se reía que contagió a Pascualito que también empezó a las risotadas y abrazados se metieron en las casas a tomar unos vinos caseros porque la fogarata les dio la idea de hacer un buen asado esa noche y el gordo tenía el si fácil para los envites de comida. Allí quedaron contándose sus cuitas y arreglando las cuentas de la gasolina del avión cuando comenzaron a sentir un murmullo que iba en aumento y parecía acercarse. Al poco rato el ruido de los motores era muy evidente y el griterío de la gente se hacia sentir. Salieron para ver que pasaba. El Gordo aprovechó para ir a orinar a la legtrina y Pascualito se acercó a la portera a mirar. Casi le pasan por encima gritandole cosas diferentes. Se preocupó. Pensó en sus familiares, que habían ido a la capital la noche anterior a controlar el nieto con el pediatra, a lo mejor alguna desgracia...

Los policías y los soldados no pararon para saludar ni para abrir la portera. Consustanciados con el accidente y en cumplimiento de su deber, ante el asombro del casero la tiraron abajo con los camiones y siguieron de largo para la zona de desastre. El que le aclaró las cosas fue el Chiquito Gutierrez que desesperado, expersando con ademanes sus sentimientos, se le acercó. Cuando lo vio vivo a Pascualito, Chiquito automáticamente borró un entierro de su cabeza. Luego se enteró que la familia del viejo no estaba y restó otros cuatro cajones, pero se consoló pensando que estas cosas pasaban porque la gente era muy bullera y agrandaba las cosas, en realidad él tenía la culpa por hacer caso, porque pensando bien mire si el avión va a caer justo sobre el rancho, que gíl había sido en pensar eso... pero siguió contento porque con el solo entierro de lujo del Gordo tenia para arreglar sus cuentas perfectamente, así que estentoreamente decía en voz alta:

"¡Gracias a Dios, Pascualito, gracias a Dios que están todos bien, nosotros nos imaginábamos lo peor, lo peor!, y la gente que lo rodeaba apoyaba sus afirmaciones.

Terminada esa etapa, deseoso de ponerle la firma a su situación económica, cuando ya salía para la zona del accidente, como una aparición mala vio salir al gordo Barcia de la letrina arreglándose el pantalón. Y aquí no pudo contenerse mas porque se le cayeron todas las cuentas, volvieron los números rojos, la desesperación, la angustia. A los gritos, encarando al gordo que lo miraba sin entender nada, lo único que le salió explosivamente casi llorando mientras movía hacia los lados desconsoladamente la cabeza fue:

"¡PERO GORDITO DE MIERDA, LA PUTA QUE TE PARIÓ, NUNCA HACÉS NADA BIEN...! ¿NO TE HABIAS MUERTO VOS?...¡JODER CHE, NO SE PUEDE CONFIAR EN NAIDES CARAJO...!

domingo, febrero 11, 2007

El hombre viejo que no se si estuvo

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El hombre viejo que no se si estuvo



La voz provenía de ningún sitio

Podía ver al anciano atrás y a mi izquierda, pero en realidad no se si estaba, por eso su voz parecía no tener procedencia.

Él conversaba desde su pasado lejano, reviviendo recuerdos.

La charla comenzó en forma casual, un acontecimiento pasajero, una tontería que generó un intercambio de impresiones, luego, para ser sincero con el lector, debo decir que intenté prescindir de ese anciano conversador, porque estaba agotado de tantas horas de trabajo, apurones y carretera. Quería dormir. Pero el hombre era persistente y en el mismo tono traía al presente acontecimientos de setenta años atrás dando una vivencialidad y frescura a sus personajes que los hacía estar allí entre nosotros.

Estabamos sentados en filas contrarias, sobre el pasillo del transporte interdepartamental, como estaba adelante para poder verlo debía darme vuelta completamente, lo que no era fácil, porque el cuello dolía y se dificultaba mantener la posición. Eso él lo entendía perfectamente sin necesidad de explicaciones pero seguía conversando imperturbable.

Así, con mi cabeza apoyada en el respaldo del asiento levemente inclinada hacia su lado, mantenía una actitud de descanso y de atención a sus dichos. Fueron pasando los minutos y los kilómetros.

Relataba de aquel Juez que entró al almacén en Cerro Corá, Paraguay, en 1934 - ¿o era 1935?, ya no se acordaba bien - y lo había hecho como siempre, como era su rutina, impecablemente vestido, bien afeitado y peinado. Pero esa tarde lo seguía un individuo de ropaje humilde, barba crecida y mal cuidada. El Juez ya estaba en el mostrador cuando el otro se paró en la mitad del almacén y le preguntó:

"¿Usted es el Juez fulano?"

A la respuesta afirmativa siguió la aparición de un revólver y la descarga de todas las balas en el pecho del profesional que en ese instante dejo de ejercer. El agresor se perdió en el tiempo.

Sus recuerdos dicen que él intentó movilizarse, buscar la policía, y que fue detenido por el almacenero que en perfecto "paraguayo" le dijo:

"Uruguayo de mierda, quedate quieto que son cosas de los mafiosos. Además ese que esta muerto allí sabía ser un gran hijo de puta, y bien muerto está", cerrando su sentencia con una exclamación despectiva en guaraní que no había entendido, pero la recordaba sonar como una maldición. Él por supuesto nada dijo, solo quedo en su memoria juvenil la sorpresa y la curiosidad.

Y aquel otro caso de los violadores de una niña de 13 años en el pueblo de Dom Pedrito, Rio Grande del Sur, Brasil, que fueron prendidos por la policía, luego reconocidos por la niña violentada y ante sus ojos muy abiertos – lo había visto todo porque formaba parte de la patrulla que fue a hacerlos presos – ajusticiados con un tiro de carabina en la nuca cada uno y luego dejados para las aves de rapiña en el fondo de una cañada.

En su juventud, asombrado y con el estomago revuelto preguntó al jefe de la comitiva por que motivo no habían sido sometidos a juicio, para definir su pena, y recibió como respuesta en un portuñol atravesado:

"No, meu filho, estos caras aquí no van a estuprar a ninguein nunca máis, ¿ta certo?". Y no estupraron nunca mas nomás.

"Es como le decía, caballero – siguió imperturbable – no había ley y yo siempre me he preguntado: ¿o realmente había?, porque hoy por hoy los reverendos hijos de puta están sueltos, los violadores salen enseguida y vuelven a cometer fechorías... ¿me entiende?, no se realmente donde esta la ley".

Yo estaba casi dormido, arrullado por el sonido del motor, el ronronear de los neumáticos en sus interminables vueltas en el pavimento y la cantinela monótona del anciano. Ya estaba entrando la noche, y la luz era escasa.

Allí escuché unas sentencias que dijo el hombre que me marcaron para siempre. Intuí como que era este "pase de conocimientos" entre dos generaciones el motivo que en ese viaje, en ese día, en ese momento, se produjese la conjunción de nuestras vidas que seguramente no se repetiría jamás. El hombre dijo:

"Por eso le digo a usted que es mas joven: Mire hacia el horizonte, si, m´hijo, viva y camine mirando siempre al horizonte. Véalo. Póngase esa meta. No pierda la vida mirando a las puntas de sus zapatos y se comporte como un ciego para lo realmente importante, recuérdelo bien. Y otra cosa: Cuando tenga que hablar, hable fuerte, que su voz sea segura, no como un pedido o una súplica, no, que sea fuerte, segura, firme, conductora. Así será como lo escucharán y lo respetarán, téngalo por seguro - y escuetamente finalizó diciendo - y ya no le converso más porque no quiero aburrirlo".

Dicho esto no lo sentí mas. Me pareció verlo levantarse y caminar hacia el fondo del ómnibus, seguramente al baño. Pasados unos kilómetros me di vuelta y no lo vi. Llegamos a la terminal, todos bajaron y él no estaba.
Intrigado, volví a subir y abrí apresurado la puerta del baño, porque por un momento sospeché que le podía haber dado algún achaque estando dentro, el hombre era muy viejo.

Pero no estaba.

No se como se fue.

(Si alguna vez estuvo.)

jueves, febrero 08, 2007

La vieja Etelvina y el podador

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La vieja Etelvina y el podador






“¡No, si asi no habrá náides que pueda pensar que vamos a tener una buena cosecha p´al proximo año!

Era la enésima vez que la vieja Etelvina intervenía en el trabajo del podador de la quinta, hombre ducho en estos trabajos y de carácter apacible. Al principio se mantenía callado. La vieja era persistente:

“¡Seca!, ¡bien seca va a quedar la quinta con estos podadores! ¡para que tanto sacrificio una vida entera Dios mío, para que...! seguía la anciana.

“Pero vea Doña Etelvina - el hombre decidió intercambiar impresiones con la abuela - se corta por debajo de los antiguos brotos dejando las nacientes secundarias para que broten en primavera, ¿ve?” La voz del podador era como un bálsamo para el carácter endiablado de la viejita, pero ella era insensible a las caricias tolerantes.

“¿VE?, ¿qué hay que ver? lo que se ve es que esta podando demasiado cerca del tronco y me va a secar los ciruelos, eso es lo que hay pa ver. Yo no se pa que hacen cosas sin saber, pa perjudicar a los demás. ¡Si yo fuera la que mandara en esta casa...!

El perro miraba de lejos con las orejas chatas, no se animaba a acercarse cuando los humanos tenían esas discusiones, sin embargo al podador le movía la cola sin reparos.

“Pero no abuela, es la medida correcta, tengo años en esto, me enseño mi padre y a él mi abuelo italiano, ya va a disfrutar en verano las ciruelas hermosas que van a dar estos árboles, ya se va a acordar de mi, abuela”

“No se de que ciruelas vamos a disfrutar si eso p´al verano va a estar seco. Vamos a tener que comprar fruta en el pueblo y utilizar los pobres ciruelos como leña con la brutalidad que usté esta haciendo. Mire, mejor me voy pa las casas para no amargarme“ y lo dejaba solo, ensimismado en su trabajo.

Esos eran los mejores momentos para el hombre, descansando de tantos gritos y sinrazones de la viejita, pero la tranquilidad no duraba, porque poco después ella aparecía y lo sobresaltaba desde lejos con sus gritos:

“¡Mire, mire nomás como cortó este pobre arbolito de ayá, seguro ese no pasa de dos semanas que esta seco y en cambio a este otro le dejo larguísimas las ramas, va a dar un vicio impresionante y no va a dar fruto ninguno... y las ráíces... ¡mire las ráíces! todas al aire después de mover la tierra... ¿pero quien dice que le enseño a usté? ¡Diga que estoy sola en las casas porque la familia esta para Montevideo, que sino le decía al marido de la hija que lo sacara de estas tierras, vea los desastres que hace, que horrible, que horrible!”

Imperturbable el podador seguía consustanciado con su trabajo. Matizaba las podas, la limpieza de yuyos y la dada vuelta de la tierra con palabras bondadosas intentando tranquilizarla, pero ella estaba inmersa sin retorno en la demencia senil y seguía en sus trece diciendo todo tipo de disparates al podador:

“¿Experimentados? ¡hágame el favor! ¿experimentados de que?¿experimentados en destrozar plantas?, mire haga las cosas bien y deje de lastimar a los pobres ciruelos ¿jardineros? jardineros eran los de antes, no esta porquería de ahora".

Bajo esa permanente tormenta de recriminaciones el hombre soportó estoicamente y al cabo de tres semanas, una noche fría y lluviosa de julio el trabajo quedo concluido y el especialista en podas volvió a sus pagos. Cobraría el cheque diferido que le habían dado en el banco de su pueblo.

Llego la primavera y los ciruelos florecieron como nunca, dando fe que el trabajo había sido de primer nivel. Las abejas de las colmenas alquiladas aseguraron una excelente polinización que generó una explosión de frutos en verano, en especial por ser un año de mansas lluvias y mucho calor.

Andresito, el mas chico de los Correa, jugando a los camioneros en el fondo de la quinta, cargaba concienzudamente con tierra un gran camión Ford de madera para llevarla a su imaginario destino cuando descubrió el cadáver de la vieja semienterrado entre unos yuyos, en avanzado estado de descomposición. (La familia había dejado de tener noticias suyas unos meses atras, al volvér de la ciudad no la encontraron, luego hicieron la denuncia, pero la policía nunca descubrió su paradero.)
Al niño la impresión lo dejó mudo por un tiempo. (Los padres gastaron mucho en psicólogos posteriormente.)

Lo que mas llamaba la atención del cuerpo descompuesto era el cráneo, porque en él se podía ver la boca llena de pequeñas ramas de ciruelo donde se apreciaba que varias habían enraizado y sus nuevos brotes comenzaban a aparecer por la orbitas, la nariz y la propia boca de la calavera abriéndose camino entre la piel corrompida, dándole al conjunto una sonrisa desencajada, tipo mueca burlona, “enciruelada” digamos.

martes, febrero 06, 2007

El loquito Maciel

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El loquito Maciel



Todos lo conocían desde siempre como el Loquito Maciel.

Hombre de sesenta y pico, parecía un paisano mas, pero al conversar demostraba tener un leve retardo.

Había vivido, trabajado y sufrido como cualquier mortal, nadie tenia quejas.Las cosas en el trabajo rural son rutinarias y duras pero hay que hacerlas, y él las cumplió a cabalidad, hasta que la edad pudo más y dejó de trabajar. Mas que la edad, quizás sus posibilidades intelectuales.

Por medio de un político partidario lo pensionaron por incapacidad y con eso sobrevivía en un ranchito de barro y paja, que el patrón permitió construir en un lindero de la estancia.

Igual trabajaba en lo que fuera preciso sin molestar, haciendo las delicias de los paisanos y de los mas pequeños con sus ocurrencias, en especial cuando alguien le brindaba una caña brasilera.

Loquito y sanamente pícaro, nacido en Artigas pero aquerenciado desde hacia mucho tiempo en Rivera, octava sección, vecino de Vichadero.

Asi, se iban los años, el tiempo pasaba rutinario hasta que llegó el plesbicito. El "SI" y el "NO".

Para los políticos una prueba de fuerza, maniobras para demostrar su peso en el pueblo, sus opciones en las próximas elecciones nacionales.

Pero para el Loquito fue muy complicado:

- Yo quiero papel blanco con letras azules, decía, nada de papeles con letras coloradas, no señor.

Habia sido del Partido Nacional - de enseña blanca - desde siempre. "Blanco como hueso de bagual" acostumbraba repetir, y con un odio secular a la divisa contraria, la colorada. Eso le permitía diferenciar sus votos, por el color, pero esta vez eran papeles blancos con letras negras donde se leia: en uno"SI", en otro "NO", y bastante letra pequeña por debajo de las grandes letras, letra pequeña dificil para él que la Escuela Rural solo la había visto por fuera.

Realmente se enfrento al problema en el cuarto secreto.

Porque le habían hablado, le intentaron explicar, pero no hacia mucho caso, siempre decía: "Cosa de Dotores".

Estaba allí solo, el sobre de votación en la mano, mirando la mesa llena de papeles blancos con un SI y un NO grandotes, pero en negro las dos.

Al final, como no entendía, pensó: "Así como estoy, voy viviendo, y con lo nuevo, quien sabe..." y votó NO.

Salió contento. Contento volvió al ranchito.

Al otro día los comentarios fueron en el almacén.

- Pero Loquito... votaste mal hermano, el Dotor lo dijo clarito: "Si votan NO les quitan la pensión."

El Loquito quedo pálido como hueso de bagual, mareado también y con ganas de vomitar. Volvió lentamente a las casas. Preparo mate, armó tabaco y se le fue la noche en pensamientos.

A la mañana arreglo sus pertenencias - muy prolijo - caminó hasta el ombú viejo en la esquina del potrero, ató un alambre, le hizo un nudo a la otra punta, se la paso por la cabeza, lo acomodo en el cuello y se dejo caer del tocón de eucalipto en el que se había subido.

Porque la síntesis de la noche de pensamientos había sido: "Si me sacan la pensión... ¿si así no da?. Para pasar mas hambre y mas penurias, mas necesidades... no señor, no señor.

A media mañana pasó el patrón y lo vio, balanceado por el viento.

¡Que costosa fue para el Loquito la pulseada de los Dotores...!

Al dejarse caer, mientras sentía una presión terrible en el cuello, una luz fuertísima le llamó la atención, alguien se acercaba, en caballo tordillo y de poncho blanco. Le parecía conocido. El hombre con naturalidad lo encaró, se le aparejó y le dijo: "Maciél, compañero, ¿que hace de a pie?, monte y sígame que tenemos mucho pa´cabalgar. ¡Dignidad arriba y regocijo abajo compañero!, ¡¡Vivan los blancos Maciél !!. y sin decir màs apretó los talones y el tordillo abrió camino al trote. Alli lo conoció.

Sin dudar, subió callado al hermoso matungo que apareció quien sabe de donde junto a su lado, dio un tirón a las riendas y se puso a la grupa del General. Pa sus adentros decía orgulloso: "Me llamó Maciel... mi General me dijo Maciel, carajo... no me dijo Loquito...¡¡Maciel me dijo..!! ¡ Vivan los blancos, carajo!.


(De la vida real con matices literarios) Montevideo 25 dic 96)