viernes, noviembre 24, 2006

El jardinero

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El jardinero




El amor a sus mascotas era conocido por todos los vecinos del barrio.

Tenía muchos perros y gatos y a todos los alimentaba y cuidaba cariñosamente, limpiando con tolerancia franciscana las necesidades biológicas de los animalitos.

La pulcritud de la casa y los amplios jardines demostraba su perseverancia, evidentemente generada por el gran amor a los bichitos que tenía, algunos desde cachorritos, la mayoría recogidos de la calle.

Los vecinos atribuían todos los esmeros del hombre a su soledad.

Hacía años vivía en la zona, lo conocían bien, todos lo recordaban recién llegado, con su madre al principio y luego aquel señor – antiguo amigo de la familia - por el que la señora tenia tanto cariño.

Como la atracción era mutua, al poco tiempo decidieron legalizar la situación y maduros ya, se casaron para juntar sus nostalgias, sus penas, sus alegrías.

El matrimonio civil fue una reunión hermosa que todos los del barrio recordaban. Al poco tiempo dejaron de verlos.

El hijo les hizo saber que habían decidido irse al sur a iniciar una nueva vida, porque a fin de cuentas no eran tan viejos y era una nueva oportunidad para ellos. Él no había querido ir porque decía - era entendible - que pese a ser su madre, se hubiese sentido como una carga para ellos y además no era chico y tenia sus propias metas.

Prefirió quedarse solo.

Desde ese entonces comenzó a acompañarse de animalitos. Todos los moradores cercanos querían mucho al muchacho, les generaba una mezcla de simpatía y lastima, verlo solo, tan trabajador, tan prolijo y preocupado por sus mascotas.

El hombre era el cliente preferido de los veterinarios. Lo adoraban, en especial por su desprendimiento económico. Pero pese a los cuidados, de vez en cuando alguno de los cuadrúpedos cumplía su ciclo y él tenía la costumbre de enterrar las mascotas muertas en el jardín, colocando sobre la tumbita un arbolito. Solía decir - era su frase predilecta:

- “El que se fue, vuelve en verde, en ramas, en flores, está aquí con todos, no nos abandona, nos regala su aroma, el ruido del viento al acariciar las ramas, el fresco de su sombra protectora, no nos cambia ni traiciona,se queda para siempre con nosotros”.

Los amigos lo ayudaban en esa noble tarea ecológica y así los jardines antes descuidados y yermos ahora eran cada vez más hermosos. Era una figura respetada, de buenas costumbres y muy querida.

Su orgullo mayor eran dos frondosos pinos canadienses que había plantado juntos en el jardín del fondo, los primeros de la serie, unos cinco años atrás...

jueves, noviembre 23, 2006

Idea y acción

Posted by Picasa Idea y acción



La vida de Patricio Ilustre Barreto Campos – los padres eran muy patriotas, pero habían discutido tanto el nombre de cual de los próceres ponerle al querubín, que al final optaron por esa fórmula de transacción cubriendo todas las posibilidades – decíamos que la vida de Patricio Ilustre ya había sobrellevado mas de cuarenta almanaques.

No era una persona deprimida o triste, en realidad siempre se le veía alegre, con ganas de hacer cosas, atento a los cambios, interesado en las novedades, pero por esos días algo lo tenía mal, algo lo venía entristeciendo.

Una mañana que llegó a las tareas del campo muy “apagado” pese al litro de mate amargo con cedrón que la mujer le había cebado al amanecer, su compadre Ernestino Bisulfo no pudo aguantar más y mirándolo fijo a los ojos, frente a frente, preocupado por su amigo, elaboró una secuencia de pensamientos que le permitieran – sin ofender al otro – ir a la esencia del asunto y por eso le preguntó, sintetizando:

- ¡Pero que mierda te pasa, Patricio!

El otro lo miró asombrado, pero poco. No tenía ganas en ese momento de dar explicaciones, pero el que le preguntaba no era cualquiera, era su compadre y la pregunta había sido muy incisiva. En realidad no le contestó, sino que comenzó a hacerle preguntas:

- Mirá pa yá, Ernestino, ¿qué ves?
- ¿Pa ya como? ¿p´abajo? ¿p´arriba?
- A le léjo. Mirá a lo lejo. ¿Qué vés?
- Campo
- ¿Y que más?
- Campo y vacas
- Ta bien, campo y vacas, tambien hay eucalitus... ¿y?
- ¡Nubes!, ta por llover, mirá, ya está chispeando
- ¡Ta bien, ta bien! Pero decime Ernestino, ¿estás conforme con lo que ves?. ¿No te falta nada?
- Y hermano, es lo que siempre he visto, campo, vacas, ovejas, árboles, pájaros, esas llanuras interminables que se pierden en el horizonte...
- ¡Eso, eso, llanuras inmensas!. Plano, todo plano, todo llanito. ¿Vos has visto puentes en el pago? Nunca viste. ¡No tenemos puentes!, con lo lindos que son
- Pero... ¿tas loco Patricio?, pa que queremos puentes si no tenemos río
- Por eso, también nos faltaría río. Me gustaría tener río y puente, ¿a vos no?
- Y pa ser sincero, si, también me gustaría, pero no hay. Lo que hay es lo que hay.
- Por ahora – dijo Patricio Ilustre Barreto Campos muy seguro – por ahora, y siguió con sus cosas sin tocar mas esos temas. Erenestino quedó mirándolo convencido que se estaba quedando loco.

Al anochecer volvieron a las casas. Cuando se despidieron en la portera, lo dejó mas preocupado porque Patricio le dijo:
– “Por unos días voy a estar lejos, pero después... ¡vamo a cambiar esto carajo!, ya vas a ver”

Cuando llegó al rancho, Ernestino fue derecho a comentarle a su mujer y quedaron en averiguar con el médico del pueblo la posibilidad de conseguirle alguna cura a su compadre. También barajaron la posibilidad de que algún enemigo le hubiese hecho un “daño”, todo podía ser.

Una semana después Ernestino terminó de preparar el amargo, metió un pedazo de galleta de campo en la boca y mientras masticaba se puso a mirar el amanecer por la ventana de la cocina, pero lo que vio lo hizo atragantarse y escupir pedazos de galleta... ¡A unas pocas leguas de las casas había bruto puente, era inmenso, metálico, altísimo, y la punta de cada torre estaba unida por una carretera bien ancha, como para dos vías facilito!.A las apuradas le puso la silla de montar al manchado y salió al galope para el lugar.

Al acercarse vio a Patricio Ilustre que, sentado en el pasto apoyado contra un ombú, miraba satisfecho

- ¿Y eso che?
- Estaba en oferta, hicieron uno nuevo en la ciudá, de hormigón, y este lo pensaban tirar. Hace tiempo que lo vengo “campaneando”, asi que me lo traje. ¿No es lindo? ¿Cambia o no cambia el paisaje? ¡Ahora es otra cosa!

Y tenía razón, todo parecía distinto, pero ahora el que quedó por un tiempo conflictuado fue Ernestino. Le daban vueltas y vueltas cosas en la cabeza, como por ejemplo: ¿Dónde se ha visto puente en una llanura como esa que no tenía ni siquiera un cerrito. Todo chato el paisaje, ahora el puente resaltaba, pero como que le faltaba algo, esa carretera colgada en lo alto de las torres no le gustaba. Decidió entonces tomar él la iniciativa y hacer algo.

La semana siguiente era Patricio el que no podía creer lo que veía. Su compadre le había dicho que se diera una vuelta por el puente y cuando llegó se encontró con una cantidad de montañas

- ¿De donde sacaste tremendas montañas, chéi?
- Las traje de a poco. ¿Quedaron lindas, no? ahora sí el puente se luce, las torres tienen un complemento, la carreterea sigue por lo alto, ¿no te parece?
- Y si, la verdá es que sí, ahora es otra cosa.... ¡lástima no tener rio ,hermano!
- Y es cuestión de ponerse a buscar, dijo Ernestino muy serio.

Tomadas las decisiones, ya nada los detendría.

No había pasado un más de un mes y ya se habían agenciado un hermoso río que pasaba por debajo del puente, entre las montañas altísimas. Los dos miraban su obra con satisfacción de padres.

Los vecinos empezaron a arrimarse a la zona porque se sentían omisos de no aportar algo a la obra de cambio de Patricio Ilustre y Ernestino.

El vazco Aguirregaray, sin previo aviso, una tardecita arrimó una laguna de más de veinte kilómetros de largo por ocho de ancho y bien profunda. Hacía juego a la perfección con el río, las montañas y el puente.

- ¿Ustedes consiguiendo tanto para la comunidad y un se va a quedar quieto? ¡Tan locos, están!, ni lo piensen. Si se puede, hay que dar una mano y sepan que puse en el agua tararira, bagre, dorado y trucha, no nos va a faltar pesca y podemos salir a remar, que siempre quise y nunca pude. Todos estuvieron de acuerdo.

El Ñato Pereira, vecino del paso del Ayuí, fascinado con los arreglos que encontró cuando volvió de la ciudad, sin decir nada quiso colaborar y consiguió nieve para la punta de las montañas.

- Les da un toque especial - decía – y además, si el tiempo ayuda, no se derrite y se puede esquiar, que yo siempre he querido. Las cosas tomaban un cariz especial.

José Carolino Rodríguez Estévez, muy amante de los árboles, adujo que las montañas estaban muy “peladas” y llenó todo el lugar de pinos, abetos, araucarias y otras especies que dejaron todo verde, y atrajeron infinidad de pájaros y bichitos del bosque.

Otro vecino a los pocos días arrimó un aerocarril, porque sacó la conclusión que sería menos cansador subir a esas alturas en ese aparato y con otros amigos de a poco prolongaron la carretera desde el puente hasta la terminal del tren que venía de la capital.

Una de las más queridas de la comunidad, mujer mayor y trabajadora, opinó que la zona ahora estaba tan hermosa, tan turística, que le tendrían que cambiar el nombre.

La comunidad asintió, pero costó muchísimo que se pusieran todos de acuerdo. En lo que si acordaron fue que era imprescindible hacer un lugar de descanso para los viajeros, un parador con bar abajo junto a la carretera y otro arriba en la llegada del aerocarril. Pocos meses después estaban construidos.

Por alli se apareció el turco Abdalá, y sin pedir nada a cambio – algo realmente increíble tratándose de él – arrimó un coche tipo camioneta con el que llevaban y traían a la gente desde la terminal del tren al parador y bar.

Alli surgió la idea en un grupo de vecinos, de renombrar el pago como: “Bar y alojamiento con coche de transporte”, y como era muy largo lo abreviaron a : “Bar-alo-co”. No gustó demasiado.

Siguieron pensando.

Por fin la señora de Patricio Ilustre fue la de la idea, dijo:

- Sintetiza lo que quieren y suena bien. ¿Qué les parece Bariloche?.

Y asi nació ese hermoso lugar de Argentina que con el tiempo se hizo famoso internacionalmente.

Esta es la historia verdadera de su nacimiento, que pocos conocen.

Recuerde amigo lector, que lo imposible solo cuesta un poco mas.

lunes, noviembre 20, 2006

Barrientos

Posted by Picasa Barrientos.

Barrientos miro al extraño con indiferencia. No era el primero que le decía lo mismo, le afirmaba lo mismo y finalmente no cumplía ninguno de sus dichos. No le dio importancia y siguió enfrascado en sus asuntos.

El extraño entendió el mensaje, ya le había sucedido en otras oportunidades, los pueblos pequeños eran similares, la gente también. Pero él siempre se las ingeniaba para convencer a estos ingenuos pueblerinos. Comenzó con una nueva perorata, cambiando la táctica de convencimiento.

Barrientos lo volvió a mirar, pero ahora le dio algo de atención, porque este individuo recién llegado a su villa le estaba resultando molesto.

El extraño noto el cambio de la mirada, vio que ya estaba entrándole a ese bruto, no se le escapaba ninguno de esos ejemplares, en unos minutos le sacaba terrible pedido. Siguió conversando en el sendero dialogal de que era la primera vez que llegaba a esa villa, un lugar tan apartado y carente, y por supuesto, también la primera vez que tenia el honor de conversar con alguien tan influyente en el departamento, que además entendería la importancia de la mercadería que le ofrecía y que...

Barrientos ahora lo miraba mas serio, ya no le era indiferente, ahora le resultaba francamente molesto y de lejos se veía que era un citadino de mierda, creído y sobrador.

El extraño vio la seriedad de la mirada y comprendió que ya lo tenía en el bolsillo, las defensas del canario estaban cayendo, ya estaba interesado en el asunto y cuando le dijera las bondades del fertilizante que le ofrecía, a precio excelente, en especial comprando por camión unas doscientas bolsas, y que lo podía pagar con cheques diferidos y que ...

Barrientos tenía la mirada congelada. Dejo el mate y el termo en el mostrador del almacén de ramos generales. Lo miro fijo al extraño y dijo:"Vea, aquello atrás de las casas es mi galpón y allí tengo mas de cien bolsas de fertilizante que traigo de la ciudad, me resulta bueno y no preciso mas. Aquí es mi negocio y usté me tiene podrido con su palabrerio. Esto aquí abajo – se agachó y puso algo metálico en el mostrador – es mi Smith&Weson 38 con cargador lleno, ¿va entendiendo?".

El extraño vendedor manejaba por la pésima carretera a mas de 100 kilómetros por hora, seguía sudando pese al frescor de la tardecita, mantenía el volante con la izquierda y con la derecha borraba nerviosamente con un marcador negro el pueblito del mapa.

Asi lo hacia el abuelo

Posted by Picasa Así lo hacia el abuelo.(Con cariño a la memoria de Primitivo Ibarra, oriundo de los pagos de Achar.)


El abuelo, ¡qué recuerdos su nombre!: Bonifacio.

De estar horas sentado pulseando los recuerdos, entreverado con vivencias de otros tiempos, jornadas en montes lejanos cuerpeando las carabinas coloradas a puro poncho blanco y coraje, siempre en primera línea aun sin entender demasiado los motivos, pero allí, firme, con el caudillo.

Bastaba solo una arenga del General para lanzarse al entrevero de divisas con la sangre hirviendo, a lanza seca y tocando a degüello, pronto a dejar la vida si cuadraba.

Él había servido con Chiquito Saravia hasta su muerte. Él vio su muerte. Estaba cerquita y no pudo evitarla. No pocas veces sus ojos se humedecían al recordar y por momentos estaba otra vez en Arbolito, oía los clarines a lo lejos, le volvía ese olor a pasto, pólvora, sangre, sudor y barro, sentía el resoplar de las monturas, el ruido de los sables, el retumbar del Mauser gubernista, los gritos de dolor y de coraje, las balas silbando muy cerquita. Mientras contaba de cuando casi niño, ya era un hombre soldado, la cara le quedaba tensa, seria, sus ojos por momentos dejaban el presente y volvían a aquel pasado porque así era de grande su pasión por la divisa. Pero enseguida la tensión aflojaba, la serenidad del rostro anunciaba que llegaban recuerdos diferentes, de los incontables que pueden acumularse cuando se vive casi un siglo. Y así pasaba las horas en su rincón preferido, frente a la higuera centenaria, en ocasiones conversando con seres nvisibles, otras enojado con su sombra o riendo sin motivo con la mirada mansa de sus ojos viejos y esa sonrisa que da el tiempo a las almas buenas.

El abuelo se acercaba a los cien años y a su cuerpo le costaba obedecer la mente. Pero aún con dificultades, cumplía su rutina. Ayudaba pelando papas y boñatos, preparaba las chauchas, limpiaba el patio de la casa y con que placer, con que respeto, podaba las plantas y arreglaba la tierra. Que lindo verlo reír con nietos y bisnietos, conversar con su gato Catunga entre ronroneos y acariciar cariñoso a su perra fiel, la Negrita, esquivando sus lengüetazos; el felino durmiendo en su falda las tardes frías y el can echado a sus pies atento a todo. Pese a la prohibición médica, el cimarrón nunca podía faltar en las mañanas, y si llovía, las tortas fritas eran algo sagrado, así se le iban yendo a Bonifacio los últimos días de su calendario, rodeado del amor de la familia.

Estudiaron la casa por un tiempo, preparando una acción breve y jugosa, porque sabían que el viejo loco estaba en el fondo todo el tiempo, que los lunes el hombre salía temprano a trabajar y a medio día la doña llevaba los hijos a la escuela. Quedaba solo el viejo. Perro bravo no había. La puerta estaría abierta como es costumbre en los pueblos chicos así que entrar no era problema.

Se habían interesado por las antigüedades que vieron al pasar por una ventana y cuando el reducidor de la ciudad confirmó que eran valiosas, prometiendo un buen dinero sin preguntas, lo decidieron. Esas porquerías se venden bien en el extranjero y ellos no eran de esos pagos y cuando los "canarios" se dieran cuenta lo que pasaba ya estarían lejos.

Rápido, fácil, sin riesgos, limpio y productivo. Ideal para un malandro.

Ese medio día desde el auto estacionado enfrente vieron salir a la señora con los pibes, los dos con sus túnicas blancas y moñas azules, muy prolijos. Demoraría no más de quince minutos en llevarlos y volver.Tiempo suficiente para sus tareas.

El menor de los ladrones comentó:

- Tá buena la doña, se le podría hacer otro, ¿qué te parece Nene?
- No pensés en poyeras ahora Chirola, que estamos pa´otra cosa.

A esa hora el pueblo estaba almorzando o empezando la siesta, las calles casi vacías, no tuvieron inconvenientes en entrar, fueron directo al comedor, entornaron la persiana para evitar curiosos, y comenzaron a cargar en bolsas y cajas los objetos: una gran jarra centenaria de cerámica europea con su palangana del mismo material, exquisitamente decoradas, unos viejos estribos de plata con espuelas, loza inglesa de época, cubiertos de plata con apliques de oro - casi todos recuerdos de un viejo tío estanciero - al igual que el facón y el mate con su base, ambos en plata y oro, donde resaltaban las iniciales del tío artesanalmente trabajadas en oro puro. Y así se fueron apoderando de las cosas que estaban prolijamente guardadas en cajones o presentadas como decoración en las paredes de la casa. Lo frágil a las cajas, lo duro a las bolsas. Sobre el hogar, en un sitial de honor, estaba el sable que un oficial joven del Ejército le había dado años atrás al querido viejo. Había sido de su abuelo, que lo blandió contra los revolucionarios de Aparicio y después de su padre, ambos colorados. Él defendía divisas nuevas pero respetaba las fundacionales y ese respeto a sus mayores le impidió obsequiárselo como quería. Pero deseaba que Don Bonifacio, ese querido viejo enemigo de sus mayores, lo custodiara de por vida, simbolizando su deseo como hombre de armas, de que las luchas entre hermanos fueran para siempre solo un triste recuerdo.

Se lo entregaron un 19 de marzo, aniversario de la batalla de Arbolito, sabían que así agasajaban doblemente ese anciano querido, esa fecha era muy importante en su vida.

No faltó buena comida, se recordaron viejos tiempos, fue un día de fiesta en el vecindario, inolvidable para el anciano, un gran gesto del joven oficial, una custodia que a Bonifacio lo honraba para siempre.

- Nene, esto debe tener su valor también, ¿no te parece?
- ¡Deja esa miérda, Chirola! el tipo no le dio bola, dijo que son fierros viejos sin valor, apurate y terminala que nos vamos.
- No tendrá valor pero me gusta - dijo el malandro chico y se puso a revolear el sable por el aire – me gusta y me lo llevo, carajo, y lo tiró dentro de la bolsa.
- Sos un gíl - el Nene estaba enojado - parecés un gurí, terminala, ya está todo, vámonos. Y cargando una bolsa fue a abrir la puerta.

La nieta de Bonifacio casi llegando a la escuela se acordó que no había apagado la cocina y la comida se le iba a quemar. Apuró a los chiquitos, los dejó en la clase y volvió corriendo. Si tenia suerte, evitaba el desastre culinario. Llegó a la casa preocupada y entró de golpe.

El Nene no llegó a tocar la puerta porque se abrió brúscamente y la mujer lo pechó, cayendo los dos al suelo. Antes que saliera de su asombro, una mano fuerte le tapó la boca y no pudo gritar.

- Mira a quien tenemos aquí – dijo Chirola - ¿Hoy te apuraste muñequita? parece que sabías que te quería conocer.

Ella comprendió la situación, pero no podía hacer nada. Observó el desorden, agradeció mentalmente que no estuviesen los niños, decidió no resistirse y dejar que los malvivientes se fueran. Trató de controlar sus nervios. El Nene la encaró enojado:

- ¡Hoy tenías que apurarte mina de mierda! ¡Justo hoy! - él conocía a su compañero e intuía lo que se podía venir - quedate quieta que ya nos estábamos yendo, no nos mirés la cara, ¡mira p´al piso carajo!, portate bien y no pasa nada.Pero las ideas del menor eran otras.

Tenia el cuerpo femenino contra él, le tapaba la boca con una mano y con la otra le acariciaba la barriga, los muslos, los senos, el sexo. La apretaba más hacia él y sentía las nalgas tensas.

- Pará un poquito loco, pará que aprovechamos y tenemos fiestita, mira que buena que está esta mina. Pero el Nene no quería problemas.
- Dejate de joder y vámonos que hay minas por todos lados
- ¿Sos puto vos? ¿No te gusta esta mina? mirá Nene: aquí no hay nadie, nadie va a joder, si querés te vas, pero yo voy a gozarme esta minita. Y dicho esto le apretó fuerte la entrepierna.
- Vos estas loco pibe, debes estar enfermo, pero está bien, ganaste – lo sabía agresivo y brutal, así que decidió no interferir más por las dudas, su propia salud podía estar en juego – dale rápido y vámonos. Si esta buena capaz que te acompaño. (No le había gustado que dudara de su machismo)

Ella no podía gritar, pero intentando defenderse con el talón le dio un golpe tan fuerte en la punta del dedo gordo del pie a su captor que lo hizo aflojar un poco la mano y pudo morderle con todas sus fuerzas los dedos.

El tipo gritó, alcanzó a soltarla, ella pudo gritar pero un certero golpe de puño la dejo desmayada en el suelo. Chirola comentó:

- Así me gustan más. Que se defiendan, es mas lindo. La dio vuelta, y separándole las piernas con los pies comenzó a aflojarse los pantalones. La situación lo había excitado mucho.

El abuelo sintió unos ruidos extraños en el frente, el gato saltó de su falda y se alejó prudentemente hacia el fondo. La perra tenia el lomo encrespado y gruñía mirando hacia adentro. Decidió investigar.

Despacio fue hacia la puerta del patio y la abrió. Negrita entró corriendo, en un ladrido solo, él la siguió. Ahora alcanzó a oír un grito apagado, un golpe y voces masculinas que no conocía.El ladrido alertó al Nene que ya sabia como era el perro, así que solo lo esperó y lo levantó de una patada. El bicho aulló dolorido, retrocedió rengueando y pasó quejándose entre las piernas del abuelo que en ese instante entraba al cuarto.

Al verlo, el mayor lo enfrentó, empujándolo violentamente. Perdiendo el equilibrio, Bonifacio se golpeó la cabeza en la pared y cayó quedando inmóvil, semidesvanecido.

- ¡Por tus imbecilidades capaz que maté al viejo de mierda! ¡Vámonos carajo! no compliques más las cosas, deja esa mina y vamos.- Ahora la única intencion del Nene era irse, y rápido.
- Ese jovato no jode a nadie, y no me voy a ir así, vení ayudame con este bombón, mirá que blanquita que es... que suavecita... Estaba muy excitado, fuera de control, completamente irracional. Su complinche no quería provocarlo más y decidió esperar que se sacara las ganas, después se tranquilizaría. Nervioso, quedo mirando la calle por la ventana entreabierta, vigilante.

Bonifacio comenzó a despabilarse. Le dolía todo el cuerpo, la rodada había sido brava. Se levantó con dificultad y vio a un gubernista trabado en lucha arriba de otro criollo. Le pareció reconocer a su Coronel. Recordó que había caído del caballo y estaba herido de bala en el costado. Recordó también que un oficial lo había sableado en la cabeza cuando ya estaba indefenso. Lo estaban ultimando. Una fuerza interior inexplicable lo hizo avanzar hacia el enemigo y se dejó caer sobre él agarrándole el cuello. Liberaría a Chiquito.

La excitación tenia al Chirola fijo en la mujer y no lo vio llegar. Con facilidad se soltó y dándose vuelta lo empujó con saña hacia atrás, haciéndolo caer nuevamente sobre las bolsas del botín. Lo puteó y echando mano al revolver que tenía en la cintura se levantó gritando: - ¡No vas a joder más carajo! Dio un paso hacia el viejo olvidándose que tenia bajos los pantalones, trastabilló y también cayó al piso aparatosamente.

El canijo colorado era fuerte, lo había revolcado. Bonifacio vio un bulto con armas caído a su lado, desesperadamente intento hacerse de una antes que lo ultimaran. Entre ellas apareció un sable.

El Nene, que estaba distraído mirando para afuera, reaccionó al sentir el ruido de los cuerpos rodando en el piso de madera, vio al viejo intentando agarrar el sable y a su compañero entreverado con los pantalones, que con dificultad se levantaba arma en mano. Le gritó:

- No tirés, animal, que todo el barrio se va a enterar... el loco quiere agarrar el sable, sacáselo y ya está. ¡Pensá, loco, pensá!

El Chirola, aguantando los pantalones con una mano saltó sobre el anciano, con la otra agarró el sable y blandiendo la vieja arma le dijo:

- ¿Esto querés?, te lo voy a meter en el culo viejo maldito.

El oficial gubernista blandía el sable sobre su cabeza, era el mismo que recién había sableado al Coronel herido. Bonifacio no lo pensó. Fue un movimiento instintivo, él no quería el sable que era arma de oficiales, los soldados utilizan lanzas y facas y la suya se le había caído en el revolcón. Pero ya la había encontrado entre el pasto. No dudó, se la enterró hasta el mango y sintió el calor de la sangre en su mano. Volvió a apuñalar y giró la hoja en el cuerpo del enemigo. La muerte de ese hijo de puta era segura.

La cara de Chirola adoptó una expresión de asombro, perdía fuerzas, se miró la barriga, vio la ropa enrojecida, soltó el sable y al viejo, tocándose la herida quiso hablar pero un borbotón de sangre no se lo permitió. Cayó muerto de ojos abiertos, con el viejo facón del tío estanciero, mango de plata y oro, con sus iniciales artesanalmente trabajadas en oro puro, enterrado en el estómago.

Eso fue demasiado para el Nene, que despavorido tiró todolo que tenia en las manos y solo atino a salir corriendo. Todo había sido tan rápido que no llegaba a entender lo que había pasado.

Bonifacio vio que el otro soldado gubernista retrocedía de su posición y volvía hacia sus filas, el cobarde juyía. Bajo unas ropas vio moverse un cuerpo, ¿todavía estaría vivo?. Paso por encima del enemigo muerto y se arrastró hacia su Coronel. Con cariño lo apoyó en su cuerpo y le levantó la cabeza, lo vio abrir los ojos. ¡Estaba vivo! ¡Chiquito Saravia estaba vivo!

La nieta recuperaba la conciencia. Vio la cara borrosa del abuelo, sentía que le decía algo de un coronel -” Mi Coronel, los corrimos mi Coronel” - aun aturdida vio el cuerpo ensangrentado del que la había querido violentar, el otro no estaba, la puerta de la calle abierta, la perra rengueando, todo revuelto...

- Abuelo: ¿qué pasó? ¿Qué pasó con los tipos?L

a cara de Bonifacio aflojó la tensión, los ojos retomaron la mirada dulce y pacífica. Ella se dio cuenta que estaba otra vez en el presente, con ella.

- Que le pasó m´hijita, ¿se cayó? - la voz era calma - todo esta desordenado... ¿y ese quien es?

La nieta no entendría nunca ese quiebre del tiempo. Vio al abuelo agitado, con hematomas en la cara y las manos ensangrentadas. Le arregló la ropa, lo ayudó a ir al baño y a lavarse, llamó a la policía y luego se sentaron en el patio. Preparó un tesito de tilo para los dos, para tranquilizarse - en realidad ella era la que lo precisaba, porque Don Bonifacio ya estaba tranquilo - acariciaba su perra y le preguntaba:

- ¿Qué le pasó Negrita, que esta renga? ¿otra vez se peleó con sus vecinos? ¡que perrita sabandija caramba! y con cariñosas palmaditas suaves le quitaba el dolor al animal que, complacido, echándose al piso le ofreció su panza a las rasquiñas.

La nieta no se animaba a preguntar. Le parecía imposible que el abuelo solo... no lo podía entender, después del golpe no recordaba nada. Cuando juntó valor le dijo suavemente:

- Abuelito: ¿que pasó en la casa?.El hombre miró a la nieta asombrado, y le contestó preguntando:

- ¿En la casa...qué pasó en la casa?. Sabe m´hija, estuve pensando, no sé si fue un sueño, pero me parece que al final salvé a mi Coronel Chiquito Saravia. ¿Lo pude salvar?, ¡que lástima que estoy tan viejo que los recuerdos se me entreveran!... que rico está el té m´hijita.

sábado, noviembre 18, 2006

El cabo Antelo y el lobizon

Posted by Picasa El Cabo Antelo y el lobizón


De todo el destacamento, el Cabo Nicanor Antelo era el más corajudo, instruido - dentro de sus posibilidades- obediente y respetuoso de las leyes, de sus superiores y de la gente.

De hogar muy humilde y corazón grande, siempre fue el primero para ofrecerse cuando se precisaba de una mano amiga, el primer comedido en cumplir ordenes temerarias y le sobraban ganas de servir a su patria aun a riesgo de su vida si la situación lo exigía, por eso la gente del lugar lo apreciaba, sus compañeros de armas lo querían y respetaban.

Eso si, era muy, pero muy supersticioso.

Ese Viernes 13 de marzo llegó a la villa el Coronel Gabriel Pereira de gira de reconocimiento por los parajes mas apartados de la joven Republica.

Luego de las inspecciones de rigor, los recibimientos, trabajos e intercambios profesionales, se dio orden de descanso y como bienvenida la oficialidad brindó al destacado visitante una comida tradicional: asado con cuero, chorizos, morcillas, acompañados de buenas ensaladas y postres caseros. Fue tanto, que pese a que todos comieron a voluntad terminó sobrando.

Ese día especial no falto vino a discreción para los solados y para la Oficialidad tenian reservado ron cubano en un barril grande traído desde el puerto, parte de una gran importación reciente y donado por el acomodado importador a los jerarcas militares.

El barril los acompañaba desde el inicio de la gira de inspección celosamente guardado por la guardia personal del Coronel y conservaba unos cuantos litros en sus entrañas de roble gracias a la estricta orden de: "Para la Oficialidad", bien cumplida.

Cuando los alcoholes hicieron efecto, comenzaron las conversaciones de motivos variados, derivando los cuentos hacia anécdotas personales y así, de a poco, ayudados por día y fecha tan especiales, terminaron refiriendo innumerables historias de aparecidos, vampiros y lobizones.

Al cabo Nicanor Antelo estaba entre el personal de servicio esa noche
- por lo que no pudía degustar nada alcohólico - y como su puesto de guardia quedaba cerca del fogón de la Oficialidad sin quererlo escuchaba - de mala gana - los cuentos del mas allá.

Tenia la piel de gallina y le parecía ver sombras moviéndose entre los chircales.Una de las tantas historias versaba sobre la vida del Doctor del pueblo, José Ignacio Palermo Mació, viejo vecino del lugar, conocido por todos y curiosamente séptimo hijo varón de diez hermanos. La niña tan esperada nunca llego a esa casa

"¡Séptimo hijo varón! seguro es lobizón" penso Nicanor que conocía al médico desde siempre - habia asistido su propio nacimiento - pero desconocia ese detalle fatídico. "Seguro lobizón" pensaba nervioso.

Cuando todos dormían y sólo el personal de guardia se mantenía alerta, un gran mastín marrón que había acompañado una de las tropillas de las estancias se acerco al fogón atraído por el olor a restos del asado.

Apareció por el costado de las casas del comedor de Oficiales justo cuando el Cabo Antelo pasaba caminando por el lugar.

Al perro hambriento el olor a carne asada le llenaba la boca de saliva, haciendole colgar baba de las mandíbulas. Al ver al hombre el mastín quedo quietito, moviendo el rabo.

A la luz del fogón a Antelo le pareció que los ojos del animal eran rojos y ese tamaño de perro no lo tenia visto en la villa, era tal el susto que lo veía mucho mas grande, como un ternero. Temblaba, seguro de estar frente a un lobizón.

"¡El doctor de seguro es el doctor transformado! - penso enseguida porque era viernes 13 y noche de luna llena - ¡justo a él le tenia que pasar!"

Un frío le corría por la espalda y quedo de inicio petrificado por el horror, luego su instinto militar lo hizo reaccionar y preparo la carabina para disparar, pero desistió del intento pensando en el galeno.

Y entonces juntando coraje de la nada, decidido, pese a su desesperacioón se paro firme y mirando al mastín con el dedo crispado en el gatillo dijo:

"¡No me comprometa, Dotor Palermo, le ruego no me comprometa, por favor Señor Dotor!"

viernes, noviembre 17, 2006

El caso del robo al almacen de ramos generales de Don Andrógino Pereira

Posted by Picasa El caso del robo al almacen de ramos generales de Don Andrógino Pereira


- ¡Dejenmeló, dejenmeló!, gritaba Hectorvides Gaetán mientras avanzaba intentando agarrar al desgraciado que había robado el almacén de Don Andrógino.

El pueblo estaba alborotado porque era el mayor comercio del pago y su dueño un hombre “pesado”, con muchas influencias policiales y políticas. En el hurto había desaparecido mucha mercadería y una pequeña fortuna en efectivo. El propietario creía tener todo bien escondido, pero el ladrón supo donde buscar rápidamente, por lo que estaba claro que el robo había sido vendido.

- ¡Dejenmeló, dejenmeló! – seguía gritando desesperado Hectorvides entre la gente - ¡Quiero agarrar ese ladrón y terminar de una vez con esto carajo! - pero el tumulto no le permitía avanzar.

En realidad nadie se lamentaba por Don Andrógino, porque el hombre no era querido. Tenía sus cosas. Tipo arrogante, nunca hacía favores al pobrerío pese a su fortuna y era el principal sospechoso en un intento de abuso sexual a una niña, asunto acontencido poco tiempo atrás, cuando aprovechando que no era del pago y andaba perdida buscando a su familia, la intentó engatusar con promesas de ayuda. La intención del viejo era violentarla, pero la cosa no había pasado a mayores porque al anochecer un viajante llegó al negocio inesperadamente y vio como el degenerado la estaba manoseando y ella se defendía como podía. Su aparición evitó lo peor. En el entrevero la chica salió corriendo y no la volvieron a ver. Nadie supo como, pero desapareció del pueblo. El vendedor comentó lo sucedido a un par de amigos, y al otro día el pueblo entero estaba enterado, así, aunque los contactos de Don Andrógino lograron tapar rápidamente el asunto, un olor a podrido quedo rondando al acusado.

- ¡Dejenmeló carajo, dejenmeló! este va a saber lo que es bueno, seguía vociferando Gaetán avanzando a los codazos entre la gente rumbo al galpón en el que se había atrincherado el ladrón.

Estaba lleno de curiosos pero nadie intervenía, solo vigilaban tratando de evitar que el malviviente escapara aprovechando la noche especialmente oscura. Preferían esperar la brigada policial que volvía de un procedimiento en Pueblo del Chircal, a unos cuarenta quilómetros, porque sabían que el caco tenía un físico nada despreciable – lo habían visto al seguirlo, era un mulato desconocido, joven, granadote y fornido, con dedos gruesos que convertían sus puños en verdaderas mazas que solo con mirarlas imprimían respeto. Y se debía tener en cuenta que seguramente estaba armado y al saberse acorralado mas alterado y peligroso todavía. Pero nada de esto amedrentaba a Hectorvides Gaetan, que enojado y lleno de coraje avanzaba a los empujones entre el gentío.

Varios vecinos comentaban: ¿Tanto valor el Hectorvides?, no se lo conocíamos... el tipo está haciendo méritos para congraciarse con el Sr. Pereira, quien sabe lo que le va a pedir al viejo después. Si sale vivo de esta, claro.

- ¡Que hombre, por Dios!, dejó escapar en un suspiro Mirtha Vermellón, que con sus casi cuarenta años no había conseguido un hombre que la pudiera soportar, mientras miraba fijamente al envalentonado vengador avanzando al galpón. ¡Que valor, mire como se arriesga!, ¡que hombre, por Dios.!

- ¡Me quitó las palabras de la boca, Mirthita!, le respondió Katia Insorbide, vecina del lugar - divorciada de 42 años y en permanente período de caza- mientras se secaba nerviosa la frente cuidando no se le corriera la pintura de los ojos. Ella también se lo comía con la mirada viéndolo arremeter entre el gentío. - ¡Con lo escasos que están los hombres así hoy día, m´hija!, ¡que Gaetán este, Virgen Maria!.

- ¡Dejenmeló, no se metan, dejenmeló!, seguía repitiendo como poseido Hectovides, hasta que logró pasar entre la multitud y llegar a la puerta del galpón. Antes de entrar se dio vuelta y mirando fíjamente a la gente dijo:

- ¡La cosa es seria!, ¡no intenten acercarse, no quiero que naides salga herido!, me sobran huevos y experiencia para solucionar este problema yo solo. Si quieren ayudar quedense alumbrando bien las puertas y las ventanas del frente, no sea cosa que este hijo de puta se nos vaya. ¡Hectorvides Gaetán no precisa polecía ninguno pa lidear con un malandro! y luego de gritar esa sentencia entró decidido.

- ¡Pero puede ser posible que nadie ayude al muchacho p´agarrar ese bandido! gritaba desesperada doña Ernestina Catalán – eterna amiga “secreta” del poderoso, al que nunca pudo casorear en todos esos años – y la única que sabia bien todo lo que el avaro tenia escondido, bienes que en parte consideraba también suyos como retribución a los servicios prestados. Nadie la escuchó.

Nadie quería escucharla. A nadie le interesaba realmente escucharla. Incluso a ella no le interesaba demasiado el asunto, pensaba que le estaría por pedir ese tipo a “su” Andrógino cuando recuperaran las cosas robadas y no veía con buenos ojos tanta valentía, pero tenia que hacerse sentir, por aquello de los comentarios.

Cuando el valiente desapareció por el portón se hizo un silencio impresionante solo roto por el ladrido de los perros alborotados por el tumulto. El gentío esperaba ansioso los acontecimientos. Muchos temían lo peor.

Se sintieron dos tiros y con un movimiento reflejo, todos se tiraron al piso. Casi no respiraban.Ya lo daban por muerto. Los segundos parecían horas. El nerviosismo aumentó al máximo.

Los hombres pensaban en lo inteligentes que habían sido al quedarse afuera de todo ese relajo y las mujeres estaban realmente asustadas y algunas muy excitadas.

Todos sufrían el calor de la noche veraniega, pero se mantenían pecho a tierra, atentos, mirando fijamente las puertas y ventanas iluminadas como Gaetán les solicitara.

Se sintió otro tiro, de un arma de mayor calibre. La tensión llegó a limites insospechados. Dos viejitas se desmayaron. La espera se hacia insoportable. Todos contenían el aliento.

- ¡Rápido, donde estás carajo! – preguntó susurrando Hectorvides en la oscuridad. Desde las sombras la voz del Negro lo guió:

- Acá en el fondo, seguí derecho, tas cerca, vas bien. Sentados en el suelo, espalda contra espalda, hablaban bajito.

- ¿Y los milicos?

- Siguen fuera del pueblo, pero están volviendo, hay que apurarse. Estos curiosos de mierda no me dejaban pasar y perdimos tiempo. Decime che, ¿qué hiciste para que se viniera toda la gente?, si el asunto estaba bien planeado. ¿Te costó encontrar las cosas?

- No, tu sobrina nos pasó los datos bien de bien, pero la vieja Ernestina me vio cuando ya me iba por el fondo y la muy hija de puta se puso a gritar como loca, armó terrible quilombo, no me dio tiempo a rajar, a gatas pude llegar aquí. Y todos me vieron, quedé quemado con todo el mundo

- ¡Ta bueno, no pasa nada, nadie mas nos va a ver! - dijo Hectorvides y disparó dos tiros al aire - van a pensar que nos estamos matando entre nosotros y del cagaso ni se mueven. Vámonos rápido por atrás que tengo los caballos prontos y allí no hay nadie, todos los bobetas están en el frente. Buscamos la nena, cargamos el camión y que se vayan todos a la reputísima madre que los parió. Cuando se aviven, estaremos lejos.
Antes de salir le dijo al Negro:

- Tirá un escopetazo ahora para que estos maricones se queden quietos, y no te preocupés, dejalos nomás que nos busquen, así va a pagar los manoseos ese viejo de mierda. Suerte que la gurisa se acordó de donde sacaba las cosas para convencerla ese mal parido.

La noche fue cómplice fiel, duando los milicos llegaron medio pueblo estaba de barriga en el suelo mirando el galpón y varios ya se habían dormido, porque entre el calor de la noche, una brisita fresca que se levantó, y los nervios gastados...

domingo, septiembre 10, 2006

Milagro seria volver

Milagro seria volver


Extrañamente la situación fue cambiando asi como cambiaba el tiempo de tibio a frio, aunque siempre humedo y pesado.

Quizas no fuera a llover pero seguro la noche seria cruel.

Ernesto se coloco el poncho patria y el chambergo, ajusto las bombachas de faena y se preparo junto al fogon para pasar la noche lo mejor posible.

Con una vara larga removió el braserio, acercó la madera enrojecida al cigarro y lo prendió dando una pitada larga. El humo blanquecino dibujó una figura fantasmagorica que purondo fue devorada porel aire caliente que se elevaba del fuego. “Si eras demonio te fuiste pal infierno” penso el peón que habia seguido el caminode la humada.

Después quedo serio, mirando como hipnotizado las maderas ardiendo e inmerso en sus pensamientos, la espalda semiarqueada, apoyando las caderas en un tocon de eucaliptus, sentado en la porpia tiera. Se fueron llendo los minutos.Arrimó mas leña.

-“¡Prepará la brasa que llego lo bueno, Ernesto! – la voz de Pedro atronó la tranquilidadde la noche y saco al otro de su letargo – el peón me dio una buena tira de asado, un par de riñones y un poco de chorizo de rueda que sobró del mediodia, no nos podemos quejar, va dar pa hoy y pa mañana carculo - E
rnesto no era de mucho comer de noche – y si queda... mejor, pero no me parece, che”. Pedro comiendo no tenia rivales y su aparato digestivo era de envidiar. Quedo pensando y despues dijo:

- “Si sere abombado, no tenemos nada que tomar, che”

- “¡Epa! No me apure si me quieresacar bueno – dijo a las risas Ernesto – tengo un litro de cerveza en las casas, la ponemos en el pozo mientras sale el asado... y p´adentro bien fria, mi hermano!”

- “Tonce a darle pues, estamos prontos, como los ricos, a tomar con cuchara grande hoy que Dios nos ha servido sopa”. Y siguieron en sus cosas preparando el manjar que los tomo desprevenidos.

- “Pensar que pensaba alimentarme solo de recuerdos hoy Pedro, y fijate que cena nos mandamos!”


- “La vida es asi amigo, hoy uno espera y nada llega y en ocasiones de la nada se aparecen milagros...”

- “Milagro seria volver a verla che” dejo escapar sin intención Ernesto.

- “¡Otra vez apechugando dolores viejos compadre...! ¡dejese de joder! esa china no lo merecia y uste lo sabe bien!”

- “Puede ser cierto... pero el corazón es porfiado, ¿vio?” - sentenció el mas joven arreglando el braserio bajo el parrillero casero, unos pedazos de varillas de h ierro juntadas con alambre, apoyadas en piedras. El olor a carne asada llenaba el aire.

- “Se me llena la boca de saliva che, hoye comeria una vaca vea” cuando vaya a buscar la cerveza fria, traiga un par de galletas criollas para acompañar. ¿La faca esta afilada?”

- "¡No vastar! – dijo Pedro sonrinedo y cortó un pedazo de asado para ver como estaba - usté sabe que a mi me gusta sangriento asi que para mi ya casi...!"


Ontem lembré de voće

Ontem lembré de voçé


- Eu no estoy certo de que ontem voce pidio pra mi que voltase nas casas, asho que voce esta esquecendo lo sucedido, Manuel.
- Eu no esquecí, meu irmao, ¡ de yeito neum ! Pasa que vos fuiste a lo de
Ñuperto muy en cuete y la cosa se te complica.
- ¡ Ta bon !, mais yo asho que está esquecendo algo usté. Porque hoy al
despertar no tiña mas meu chapeu en el rancho, no lembro donde pude deishar. Ademas la ropa esta tuda embarrada, asho que cai y me revolque na lama. Teño tuda la ropa sheia de sushera, mira aca, Manuel.
- Mais Andrés, voce voltó muito tarde ontem, casi amaneciendo, y eu
tampoco mi lembro muito ben d´iso, mais asho que voce no traia seu
chapeu. Voce entro, foi a sua cama y fico durmiendo profundo.
- Cosa extraña meu hirmao, cosa extraña, no lembro de nada. Ta bon, sera la caña que mi feiz mal. Voy mi vestir y deishar remojando esta ropa sucia y nos vamos para la estancia, ya es tarde de mas. Manuel, andá preparando los caballos para ir mas rápido, andá.

- Decime che Manuel: ¿llovió ayer?.
- No, estamos na seca faz mais de un mes, ¿por qué pregunta?
- Asho esquisito que miña ropa estuviese tuda sheia de lama, de donde voy a sacar barro si todas las quebradas estan secas, Manuel. ¿Será que yo mismo
me mojé en el boliche? Olor a caña no tenia.
- ¡ No vai tener ! ¡ Jedía a caña voce ontem !
- Mais eu no falo de min, eu falo da miña ropa, no tiña jedor a alcohol, era solo barro nomás.
- Poi ser que voce pego agua del pozo del boliche, y con el pedo, se lo tiró encima, y fico tudo mollado, ¿ no asha ?
- Eu no se, tudo e muito exquisito, muito raro Manuel. Na tarde vamos preguntar a la gente de Ñuperto, eu no mi lembro de nada.
- De que se va´acordar paisano, si tenia mas caña que sangre anoche, voce estaba bébado de mais.


- ¡ Manuel y Andrés !, acérquense un poquito, por favor.
- Tudo bon, patrón, ¿como vai?
- Voy bien, pero ustedes dos estan cada día mas desprolijos. Fijate che que hace mas de una semana les dije que trajeran los terneros sin marcar del potrero del norte, vuelvo hoy de la ciudad y no han traido nada. Que tengo que hacer para que los junten, ¿ pedirles por favor ?, eso ya saben que no camina conmigo, o mandarlos a la mierda a los dos, carajo, que eso si tengo unas ganas barbaras de hacer. Ahora mismo se ponen en camino y para mañana quiero tener esos vacunos aquí prontos para bañar, vacunar y marcar. ¿Me estan entendiendo o todavia tienen el pedo de ayer?. Ya me contaron que se la pasan en lo del Ñuperto todas las noches hasta tarde y se agarran los tales peludos. Acuerdense que peonada sobra y trabajo hay poco. Asi que no me jodan mucho mas, porque la paciecia tiene un límite. Y el mio esta alli cerquita nomás. ¿Entendieron?, bueno...¡a trabajar carajo!.

- Ta bien enojado el patron, sheio de razones. Vamos ter que deishar de
facer bestieras meu hirmao, si no eu acredito que vamos a quedar sin trabajo, ¿ voce no asha ?
- Ta certo, mais, fala para min Manuel. Yo salí con la yegua ayer para lo del Ñuperto o fúi en el zaino.
- Agora que vocé fala, mi lembro que salió con el zaino, pero hoy no lo vi nas casas, puede haber rumbeado pa la cañada donde hay buen pasto.
- Mais si el zaino no esta, como pude eu voltar al rancho. So de a pié. Y son mas de 3 leguas. Ta dificil, ¿no haya?.
- El zaino por hay debe estar, esta tarde vamos a buscarlo, no va in bora porque sí, sosiño.


- ¡ Manuel ! ¡ eh ! ¡ Manuel !, ¿apareció el animal?
- Ni rastros del matungo, Andrés. En las casas no está, y pregunté a los
vecinos mais ninguein percibió.
- Ta raro, ta extraño, ta exquisito. No estoy entendiendo que acontecéu. Tampoco encontre meu chapeu, y aquí pertiño no vide barro, tuda la tierra esteya seca. Vamos buscar esos terneros antes que u patron este voltando mais una vez a joder, e apois en la noite vamos conversar con .Don Ñuperto, ¿eh amigo?.
- Faló.

- ¡Don Ñuperto! ¿Como vay hirmao?
- Hola che, como están ustedes dos. ¿Qué se toman?
- Se agradece Don, pero nos quisiéramos falar de óntem.¿Vocé viú a Andrés?
¿Se lembra daverlo visto por aquí?
- No, ayer no me acuerdo. No vi ese crestiano por aquí, che.
- ¡Mais eu venia pra quí!
- Puede ser, mais eu no te vi ayer aquí no meu boliche. Eu lembraria.
- ¡Mas que coisa esquisita!
- Pense meu hirmao, ¿que vocé lembra?
- Eu lembro que monte el zaino, y comencé a vadear la quebrada chica, apois pasé pertiño du rancho de Don Ceferio Mestre, e depois comence a dentrar en el bajío del penitente, el arroyo esta cuasi seco, y en el bajio habia una niebla espesa por el frio de la noche. Taba frío de verdad, tome varios tragos de caña para aguantar la helada. Pero después no me acuerdo de nada más....

Don Ceferino estaba apoyado en el mostrador escuchando la conversa. A Ñuperto le llamó la atención que la cara del viejo cambiaba de expresion pasando de un interés menor, a realmente de asombro.

.................


Acontece que misia Nicanora fico muito resentida poruqe eu fiz alguna soncera, masi no mi lembro que foi que hice, taba bébado de mais. Se que Neliña, la gata que eu mas gosto tambien fico extraña y no falo mas conmigo. Entao eu volté pa las casas...mais no mi lembro meu hirmao.

Estan falando que voce foi secuestrado por los marcianos, eso es lo que se comenta en el poblao. Quen plato volador pegó vocé y llevo a lua. Que voce volto esquecido a masi de 14 leguas de donde lo secuestraron. Dicen que unos dotores marcianos experimentaron en uste. Y NO SE CUANTAS COSAS MAS. Estan Todos alborotados los puebleros. Parece que vienen los de los diario y radio y tambien lo de la televisiones, se esta volviendo vamoso, como los politiqueros chei!!

Pero que clase de bobajen e tudo isto aqui, oh? Macianos? Eu?

Por eso parece que tiene la ropa sucia de ese barro medio azulado, que no hay por estos pagos, quien sabe lo que le hicieron, me esta dando lastima, capaz que me sale lobizon.

Que lobizón ni que carajo, no fala mais bestieras!!!Debe haber otra explicación seguramente.

A la noche siguiente aparecio el Doribaldo, menor de los Mendiete Perez, vecinos de la quinta sesi+on, con un recado de la Clodomira, una de las habituales del quilombo de villa Teresiña.
- Y sí, dice que vocé deixho sua yegua nos fondos de sua casa. Que llego tudo mamao, se resbalo en el cochinero, fue a los tumbos pal patio de lavar y caró revolcado entre la ropa que ella estaba tiñendo, le ensució todo, después se fue caminando y ni le pidio disculpas




- Mais nao, patron. Eu voi ti dicé o que realmente aonteceu. Eu fique bébado la noite tuda. Eu fui ao kilombo de catia y depois no milembro mais. Tome equivocado el caballo y volt+e para u rancho con otro matungo. Se ve que al soltarlo volvi{o solito para sus pagos. Pero mi yegua se quedo en el quilombo. Parece que me cai en el potrero, segun cuenta la fani. Lo demas es todo cuento patroncito. ¡No vai creer sonceras! ¿o vai?
- - Escuchame bien, bestia. Escuchame bien. Tengo la estancia llena de periodistas, de elementos de la radio y la television, cosa que nos va a dar publicidad justo ahora que estan bajas las ventas. Esto nos viene bien. No somno mierda hiciste para levantar tanta polvadera, pero ahora vamos a seguir con esto. ¿Entendiste? Tenemos que aprovechar la bolada. Mir{a: donde te pongas a soncear con ese asunto del quilombo no haces conchabo aqui nunca mas ¿ ta claro?
- Clarito patrón. Ta certo, feisho boca y no falo bestera. Faló.

Cuando el peón se fue acercando al camoati de camaras microfonos y flashes este se alboroto mucho mas todavia. En el centro estaba el patron con sus mejores pilchas.
Lo vio venir y pidió que le dieran paso... se le acercó y le dijo:
- Estimado patrón, si usté me permite voy... pero no pudo terminar la frase porque el jefe le dijo, abrazándolo:
- - Pero... si te conozco casi como a un hermano, ¿que va a decir esta gente, Andresito? ¿que los tengo como en una carcel’ ¡aqui somos una familia! Tuteame como siempre, ¿te vas a poner educado ahora? ¡Por favor che!
La expresion de asombro del peon paso desapercibida por el gentio... no podia creer que ese engendro hijo de puta lo estuviera abrazando y dandole esa entrada. El malparido era mas interesado de lo que creia. Pero esto le venia bien. Ahora un brillo de malicia se reflejo en sus ojos. Ni corto ni perezoso el tambien abrazo con fuerza al patron – que sintio como le apretaba el costillar haciendole doler (péro nunca dejo de mostrar la sonrisa) – y le parecio mentira escuchar y tener que soportar a esa mierda de borrqacho diciendo para todos los periodistas y los curiosos reunidos.
- Ta bom, masi que patron, meu hirmao. Ta certo. Yo te decia che... fue algo extraño, entre en una nube....

Después de los estudios de rigor habían dejado bien definidos lospuntos donde se efectuarian los pilares del puente. En ese sector se iniciaria el trabajo por encima del arroyo en la bajadea de los Martinez Escobar, zona de las Tres bocas como se acostumbraba a llamar allugar, marcado por una desviacion en forma de tridente por entre las rocas del lugar, sector bastante bajo y de facil inundacion ante cualquier lluvia de mediano volumen. Esto habia traido incontables problemas para el transporte en la zona y los jefes de la mina habian decidido de acuerdo con los politicos efectuar un triple puente en el sector.

Costó mucho definir los puntos mencionados y para asegurar su trabajo dejaron por esa noche unas balizas de tateria con relay para la luz, dos azules y dos anaranjadas, intermitentes. En cuanto cayera la noche se prenderian y su luz avisaria a los peones por donde no debian dejar pasar las reses. (O al menos eso esperaban.)

Terminado el trabajo volvieron a la mina para tomar un baño reparador y luego a tomar un merecido descanso. Al poco de caer la tarde funcionaron los relay y las balizas s e encendieron. Todo el sector quedo inmenso en esa mezcla de anaranjado azulado fluctuante.

Entrada la noche,el frio de la madrugada contrasto con el calor que retinia el agua y se genero una gruesa neblina que placticamente impedia la vision a un metro de distancia, las luces generaron una atmosfera muy poco comun para esos parajes tan de tierra adentro, generando la ilusion de encontrarse en un lugar completamente diferente.

...........durmiendo la borrachera sobre el lomo del zaino, ni se entero que este siguio automaticamente en busca de sus pagos pasando por elsector delas luses y luego siguipara suscasa las de la negra Ernestina. Al llegar el resopllido del animal semidesperto a ......que al bajarse del lomo del noble animal cayó empujado por la borrachera y atino a arrimarse un poco a la pared del galpon dondesigui su sueño sin inmutarse.

El menor de los Comesaña, Alejandrito, atino a pasar por el fiejo Fusca por la carretera nueva cuando vio a la distancia el caballo con su jinete meterse dentro de esa niebla fantasmal y con esa extraña iluminación. Quedó como embobecido. Era un fanatico de los asuntos de los platos voladores, los OVNIS, pero el miedo pudomas y en vez de acercarse aceleró el viejo auto en direccion a la comisaria del pueblo, para dar parte de lo visto.

A la mañana siguiente la empresa comenzo los trabajos de excavacion de los pilares y ya no eran necesaira las balizas por lo que retiraron todas dellugar.

Mae Matilda

Mae Matilda.





Alli está la Mae, tendida en el piso del terreiro presa de convulsiones espasmódicas con la ropa empapada en sudor pegada al cuerpo semidesnudo, los brazos cual víboras reptando con sus largas y cuidadas uñas rasgando el aire, mientras balancea sensualmente sus generosas caderas atrás y adelante, atrás y adelante, cual si estuviese haciendo el amor con alguien invisible. De pronto, girando bruscamente se pone de pié continuando una danza ritual agachándose, elevándose, agachándose, saltando, dando vueltas permanentes como en un remolino mágico de pasiones, olores, colores y sonidos que no quieren detenerse, mientras el ritmo de los tambores va aumentando, se hace cada vez más y más penetrante, más y más rápido, más y más fuerte, contagiando a todos los presentes que miran, acompañan y van siendo seducidos por el ritmo que crece, crece, crece y bruscamente se detiene. El silencio invade el recinto, se puede sentir la respiracion jadeante de los fieles, las moscas volando, el ronroneo repetitivo de los ventiladores que solo movilizan aire caliente.





Mae Matilda cierra fuertemente los párpados, sube y baja las cejas, es poseida por un temblor nervioso generalizado y dejando caer hacia atrás la cabeza, con la nariz fruncida abre ostentosamente la boca chillando como animal herido, emitiendo sonidos guturales y hablando con una voz que no es la suya, una voz grave que no se corresponde con sus rasgos hermosos de morena, con esas perfectas piernas largas que parecen sin fin, brillosas y provocadoras, disfrute de los ojos masculinos. Es la voz del espíritu que la ha poseído. El momento ha llegado.





La piel de los creyentes se eriza, los asustados asistentes casi no parpadean al verla entrar nuevamente en un estado de sopor cayendo entre las velas balbuceante, cansada, respirando profundamente y marcando más los pechos firmes de pezones erguidos bajo de la blanca bata del ritual, enrojecida por la sangre del animal sacrificado. En ese momento Matilda entra en trance nuevamente.



Las ofrendas están efectuadas, el gallo negro degollado es un bulto de plumas sangrientas junto a los granos y el tabaco. Las velas encendidas de múltiples tamaños y colores dan una luminosidad irreal a la macumba, donde el olor a humo, transpiración e incienso se mezclan al de tabaco y ron que la Mae escupió al fuego.





El "trabajo" sé esta llevando a cabo según se lo han pedido: hacerle una "limpia" a la Teresa, porque las cosas no le están yendo bien a esa creyente y la culpa es de su hombre, Carliño, de quien hay pocas cosas buenas que decir. Pero este "trabajo" es muy difícil, porque lo que Teresa no sabe es que la Mae desde hace tiempo es amante de Carliño ni que el plan que esta preparando la incluye especialmente, que es un trabajo diabólicamente especial, un trabajo de macumba negra, preparado a la medida, a su medida.





Mae Matilda goza mucho con ese muchacho menor que ella y que maneja a su antojo, dando rienda suelta a sus más extrañas ocurrencias sexuales. Ella de muy niña fue vendida a un camionero y fue mujer antes de cumplir once años. Por alguna razón desconocida nunca se embarazó. Su vida fue muy dura hasta que entendió el poder de los Orixás y aprendió todo los secretos del culto. Pasó a ser respetada y temida. Después pudo hacer las cosas que siempre había deseado y acostarse con quien ella quisiera. Ahora quería ese hombre y ya no deseaba compartirlo, lo quería para ella sola, se sabía con el poder para borrarlo de la vida de Teresa y lo usaría. Ella bien conocía que la moralidad de Carliño no había sido definida en sus 22 años de agitada, miserable y prácticamente analfabeta vida, iniciada en la dureza de una villa miseria, periferia de la ciudad, de donde sus padres, gente de la frontera, llegaron a la metrópoli tratando de escapar de la pobreza pero sin poder hacerlo honradamente. El padre murió a los pocos años, acuchillado en una discusión entre borrachos y su madre tuvo que ir obligada a “hacer la calle” porque no había ningún trabajo para mujer pobre, con hijo pequeño y sin oficio. Y tenía que criarlo. De grande y bien en copas, decía siempre a los presentes que él era un real hijo de puta, pero de puta obligada, que no es lo mismo. Lo fue por poco tiempo. La droga que la ayudaba a soportar su calvario, los estragos de las enfermedades venéreas y la triste vida que el destino le marcó, sentenciaron una vida breve. Al fin Carliño niño quedó solo, la calle fue su escuela, no tuvo quien le enseñara los limites correctos entre lo justo y lo injusto, entre lo legal y lo ilegal, entre el amor y el deseo animal, casi puro, simple, desinhibido, práctico. El mundo primero lo segregó, luego lo humilló y por fin lo olvidó. Él tuvo que hacerse recordar a golpes. Así creció.





A su manera él quiere a Teresa, pero no tiene problemas en transar a cuanta mujer se le insinúe, porque siempre puede, siempre está a la orden, su virilidad es natural, espontánea, incuestionable, pero con Teresa... es diferente. Hasta la primera vez con ella, que fue la primera vez de ella - y él lo sabia - fue muy tierno, algo poco esperado con sus antecedentes. Con ella siempre era tierno. Con ella siempre había sido feliz. Con ella se sentía necesario y querido. Hasta él mismo se asombraba, no estaba acostumbrado a que la vida siquiera le insinuara una sonrisa, porque desde que tenia memoria la vida había tenido para él la cara seria, casi de asco, una cara de culo permanente. Así lo sintió siempre al ver su padre borracho y vencido y después a su madre prostituida. Él era un niño de la calle que había logrado sobrevivir en esa jungla.





Con la Mae todo era diferente, ni mejor ni peor, eran cosas distintas. Ella lo poseía, lo hipnotizaba, lo hacia tener sensaciones increíbles, lo azuzaba, gustaba de su violencia, era una hembra todo deseo, acción y placer sin límites, que desconocía las palabras "prohibido" o "vergüenza". Muchas veces en el propio terreiro se le entregaba, cosa que parecía excitarla mas: A él esto lo cohibía un poco, no le agradaba tener sexo entre imágenes de santos afroamericanos y en un lugar de culto. Pero igual la complacía.





Esa noche Carliño también estaba observando la macumba. Desconocía los motivos y los encargos, pero siempre le fascinaba ver a la Mae en acción, que era lo que le interesaba, porque no creía en nada. Pero en el Terreiro su vinculación con una principal - conocida por la mayoría, menos por Teresa - le permitía disponer de caña a discreción, comida, techo, ver a la gente tenerle una mezcla de miedo con respeto y como postre exquisito, todo el placer que ese cuerpo voluptuoso le daba. Además generalmente luego de un “trabajo” como este, se le entregaba con inusitada violencia y a él que siempre le había faltado todo lo fundamental, no le importaba tener que soportar las estupideces del culto. Para él eso era el paraíso en la tierra y verla en los rituales le gustaba, lo excitaba.





Le llamó la atención ver a Teresa entre los asistentes, no era común que participara, pese a ser creyente, porque siempre llegaba cansada de hacer limpiezas en casa de ricos y después en el rancho, lavaba "para afuera" juntando un dinero para sobrevivir, que Carliño no traía. Agotada, siempre se acostaba temprano, no sin antes hacerle saber su amor entregándose a él o con simples gestos, caricias o palabras tiernas. El sexo con ella era distinto, era un remanso, era frescura, era su paz. Ella era la paz que había buscado tanto.





Teresa amaba ese hombre, confiaba en él, lo precisaba, le tenía fé, nunca cuestionó sus salidas nocturnas a los trabajos que inventaba, ni prestaba atención a los chismes de sus andanzas con otras mujeres. No los creía. Pero eran tantas las insidias que al final la entristecieron y sin decir nada, callada, llevaba su cruz en silencio. Estaba convencida que le habían hecho un “trabajo” negativo al Carliño y ella lo salvaría, no iba a dejar que se lo sacaran, fue por eso que consultó a Mae Matilda, su amiga y como de la familia, casi una tía. Jamás pudo sospechar nada.





Pae Orexis, la mayor autoridad del Terreiro, hacía tiempo que sospechaba que no se cumplían las normas de respeto que se debían a sus santos. El espíritu que lo posesionaba le recriminaba esos desprecios y acusaba a Mae Matilda de todo. Le ordenaba que él, el Pae, la hiciera cumplir los cultos, la penalizara. Era imposible, la deseaba desde siempre. Tuvieron sus cosas al iniciarla en la macumba, cuando le enseñó todo lo que sabia del culto y desde entonces jamás la olvido. Por el contrario, cada día estaba más apasionado por esa mujer, pero desde que ese otro apareció en sus vidas, ella lo rechazaba. Y por eso lo odiaba, y también le temía, sabedor de los antecedentes del sujeto. Pero esa noche su odio a Carliño comenzó a transformarse en odio hacia la Mae porque un Pae no debería ser despreciado de esa forma, menos aún por un aprendíz. Eso no debería pasar y si pasaba seguramente era por la posesión de un espíritu oscuro, quizás encarnado en el Carliño... ¡eso tenía que ser! y estaba en sus poderes devolverla al bien a cualquier costo. Pensaba y pensaba. Con cada trago de caña y cada pitada de charuto esa convicción crecía en su corazón: ella debía estar poseída por el demonio y era su obligación salvarla para tenerla nuevamente. ¡El demonio estaba allí, frente a él, encarnado en hombre!, ¿cómo no lo entendió antes?. Buscando fuerzas fumó un cigarro de maconia y apuró otro trago de caña blanca. Con las ideas convertidas en huracán en su cabeza, vistió sus ropas ceremoniales y fue caminando hacia el terreiro. Tenia una convicción muy clara: utilizaría todos sus poderes, aniquilaría el espíritu que la dominaba y a la vez liberaría al humano del demonio. Ya liberada, sería nuevamente solo para él. Era la mayor lucha de su historia como Pae. Se enfrentaría al propio señor de las tinieblas. Tomó otro trago, pitó con fuerza y se alejó entre una nube de humo apurando el paso.






La Mae no lograba razonar coherentemente. Estaba muy mareada por los alocados movimientos, el alcohol y el ambiente opresivo del terreiro y comenzó a desvanecerse. Teresa intuyó que Matilda se iba a caer y era peligroso por las velas prendidas y sin pensarlo se levantó de un salto corriendo hacia su amiga, con tanta mala suerte que resbaló en la cera de las velas y fue como patinando hacia la Mae, intentando guardar el equilibrio. Casi desmayada, Matilda alcanzó a ver una aparición increible: la Diosa Iemansha se deslizaba sobre la aguas alli, junto a ella, acercándose. La vio hermosa, perfecta, flotando sobre el manso mar que la cobijaba con cariño. Una radiante luz salía de todo su contorno iluminando la lóbrega sala de oración y encandilándola. La sabia imparable, ella nada podia hacer contra esa reina, salvo rendirse a sus pies. Porque su secreto más escondido era que jamás había creido en lo que hacia, actuaba simplemente porque el poder le agradaba, por el placer de ser respetada. Por eso jamás pensaba poder ver -ella, una descreida - a Iemansha. Pero alli estaba, no era otra cosa que una señal divina y de alli en más su vida cambiaria. No seria nunca más falsa a los dioses, ¡nunca más!. Fue tanta la emoción que cayó desmayada a los pies de su diosa reivindicadora.




El pae Orexis entró velozmente al templo umbandista, empujando los feligreses. Una de ellos caminaba resbalando hacia las ofrendas chapoteando en el agua derramada en el suelo. Parecía que la Mae quería agarrarla o que la estaba llamando porque hacia ella se dirigía. Con su experiencia, el hombre se dio cuenta que la Mae intentaba agarrarla seguramente para poseerla y él no iba a permitir que en su templo un Dios del mal hiciera culto. Sin detenerse se avalanzó sobre su poseida Matilda con la intención de que no atacara a la muchacha y santificarla para quitarle el mál de su interior. Cuando se lanzo hacia ella, esta cayó al suelo aparatosamente, desmayada. Los ciento veinte quilos del Pae no le permitieron frenar en su embestida y resbalando en la cera siguió su camino en el medio del terreiro desparramando velas prendidas, cera derretida, el gallo degollado, terminando los dos abrazados contra el altar que voló por los aires generando una lluvia de plumas, santos y polvo sobre todos lo presentes que seguían los acontecimientos danzando inmersos en una especie de trance. Practicamente nadie tenia clara noción de lo que estaba sucediendo menos Carliño, que preparado en estos entreveros desde hacía rato sospechaba de los bailes y las entonaciones de la sacerdotisa mirando maliciosamente a "su" Teresa. Por eso logro tomarla de la cintura y salir del tempo reculando entre los creyentes. No vió el descenlace de la intervención del Pae, pero escuchó clarito el estruendo.



La brúsca aparición del Orexis, el desmayo de la Mae y el desbarajuste que siguió a dichos acontecimientos contagiaron a muchos de los presentes que se babeaban, convulsivaban o se desmayaban completamente poseidos por el momento, mientras la mayoría seguía bailando frenéticamente al ritmo de los tambores que jamás dejaron de sonar.




Ya lejos del terreiro, Carliño miró la cara de Teresa, que estaba adormilada y no decia palabra. La vio agotada y frágil, volvió a sentir esa sencación especial que solo con ella aparecía. Pensó: "Y si, demasiada emoción en una sola noche para alguien que trabajó todo el día sin parar". El había intuído las intenciones de Matilda y no le habian gustado. Juro no volver más a ese terreiro. Desde ese día algo cambió en su interior porque a la mañana siguiente se asombro a si mismo al descubrir que estaba pensando en la posibilidad de buscar un empleo...




Mae Matilda se hizo inseparable de Pae Orexis, no era quien para desobedecer las ordenes de su diosa Iemansha. Cuando contó la vision a quien fue su marido oficial - sin papeles - de alli en más, este le decia que estaba bendecida por la diosa, porque eran muy pocos lo que habia podido verla personalmente. Con su ayuda habia podido quitar su cuerpo al demonio que la había poseido y ahora si serían felices llevando a su rebaño por el camino de los dioses africanos. Fieles no faltarían, gracias a la pobreza, la falta de trabajo y la esperanza que nunca muere.

La paradoja


La paradoja






En el pueblo la pobre anciana Doña Maria era muy querida y apreciada.

Su amor por los animales se destacaba entre las otras muchas virtudes.

Aniceto Mendez era uno de los mas sabandijas del villorio, conocido por sus bromas y permanentes tomadas de pelo, algunas tan pesadas que le habían costado mas de un problema serio.

Aniceto, que le tenia mucho cariño a la viejita, al verla llegar con su gato viejo en los brazos no se contuvo de preguntar:

“¿Que le pasa Doña Maria que la veo tan triste?”

"Es el gatito, m´hijito, que el veterinario dice no hay nada que hacer, que se me muere nomás, esta muy viejito.”

Aniceto tuvo una idea inmediata y los ojos se le iluminaron.

“¿Y ya probo con la paradoja.? – le pregunto a la abuela -

“¿Que es eso de la paradoja m´hijito?”

“La paradoja abuela, la paradoja, cuando algo sale justo al revés de lo que se piensa. Mire, usté le dice al gato tres nombres de los tipos mas malos del pueblo y el bicho, paradojalmente, se pone bueno, porque esos personajes tan jodidos le asustan los malos humores, ¿entendió?”

“¿Y será que eso funciona.?” - pregunto desconfiada Doña Maria, conocedora de los antecedentes de Aniceto.

“Uste pruebe y después me dice” - respondió seguro.

Unos días después se encuentraron en la plaza del pueblo y la viejita venia sola y apesadumbrada.

“Doña Maria, ¿como están las cosas? – y la pregunta de cajón – ¿Y el gato?.”

“Se me murió, m´hijito, se me murió.”

“¿Pero usted le mentó los tres malos como le dije?”

“Si, yo lo hice, pero se me murió igual Anicetito.”

“Pero Doña Maria que raro....y a quienes le menciono si se puede saber”

“Y yo le mencione al Turco Abdul, al Pirincho Benavidez y al Judio Isaac, m´hijo”

“¿A esos tres...? con razón abuelita, pobre animalito como no se va a morir, vea.”

“¿Por que me lo dices Aniceto?”

“¡Porque lo pasó de dosis, abuela...!”

Juntando fuerzas pa decirlo

Juntando fuerzas pa decirlo.






Campo, campo y mas lejos, campo.

Solitario junto a una pequeña isla de agua en ese mar verde de llanura sudamericana, mientras la yegua saciaba la sed, Clementino Barragán pensaba.

La laguna con su agua transparente, permitía ver los peces nadando en lo profundo y una tararíra dormitando en el agua calentita de la orilla.

Natura había hecho nacer un sauce llorón de grueso tronco y larga cabellera verde que al dejarse seducir por la brisa, bailaba haciéndole cosquillas al espejo de agua.

Poco mas lejos dos viejos ceibos coronados de rojo le conversaban de pasiones secretas, de cosas de sangre.

Las flores amarillas de las siemprevivas sazonaban el verde cambiante de los pastos y aun mas lejos, otra isla líquida reflejaba el sol que se asomaba.

Los montes de eucaliptus plantados por el hombre delineaban potreros donde se adivinaba el ganado pastando mansamente como pequeños puntos a lo lejos, y mas cerca, tres hermosos potros galopaban revindicando su libertad, presos en inmensos calabozos limitados con alambres.

Dos tero-teros gritaban su atávica defensa cerca de él, buscando engañarlo con su alboroto y así alejarlo de la verdadera posición del nido.

Todo esto fue pasando por la mirada serena de Clementino.

Cambió la secuencia de sus pensamientos previendo que era engañoso ese frescor mañanero, seguramente cuando el sol estuviese mas alto, apretaría el calor, y le faltaba un trecho largo, debía seguir entonces.

La soledad, en vez de agobiarlo, lo alentaba. Se había acostumbrado tanto a ella, que le parecía una compañera a la que podía contar su secretos mas profundos.

Esa inquietud, ese miedo que venía cargando, parecía hacerse mas liviano porque lo compartía con ella, con la soledad, su compañera.

Descansado el animal y ya sin sed, el amo ajustó la montura, se subió al lomo noble y con una simple caricia en los costados inició el trote.

Faltaba demasiado pero para él era poco.

Necesitaba pensar mas y decidirse.

Necesitaba muchas mas leguas de silencio y días de soledad para atreverse.

Ya le habían dicho que María Ernestina también lo quería, pero era malo para encarar mujeres.

De tanta soledad acumulada, se le hacía difícil conversar con la gente y mas difícil aun lo que tenia que enfrentar cuando llegara a verla. Decirle, confesarle, cosa jodida para él.

En fin, cuando estuviera con ella y mirándola de frente, ya vería que tan hombre podía ser.


Por hay le venían las fuerzas que buscaba hacía tiempo y no tenía.

El suicidado


El suicidado




El cuarto esta tal cual lo dejamos anoche, nadie estuvo entonces después de nosotros, eso me tenia preocupada, solo vos rompes la monotonía que tengo tan vista. Y estas como te dejamos, en el piso, contra la cocina, sentado de piernas estiradas, la mano izquierda agarrando el cañón del 38, la derecha apretando las cachas blancas, con el índice apoyado en el gatillo... ¡que trabajo fue ponerte en esa posición para que todos quedaran convencidos!, vos parecías presentir algo, demoraste mas que nunca en empedarte, pero al final quedaste bien borracho como siempre, y pudimos hacerlo. ¡Estúpido!. ¿Nunca entendiste que no podía divorciarme de vos, que si me divorciaba me quedaba sin la tierra?. ¿Te creés que tu abuela igual me la heredaba?, teníamos que matarte para que yo enviudara, no teníamos otra, por eso hicimos lo que hicimos. ¡Pobre infeliz!, si pudieras ver como terminaste... con el pedo que tenias ni te diste cuenta que aquel te hizo “suicidarte”. A fin de cuentas resultó fácil y ahora tengo que venir a mirarte y a hacerme la llorona como si me importaras algo, si nunca me importante nada. Y este otro que viene a consolarme, como me gustaría gritarte: “¡Por qué no te morís vos también!” pero no se lo puedo decir y tengo que seguir la corriente, total nunca se podrán dar cuenta de que fue lo que realmente pasó aquí, no tienen como. Mira como quedaste, parecés un muñeco sin cuerda y la verdád que para un balazo en la boca te salió poca sangre. Sé que siempre te consideraron un loquito y sé que hablaban de mi, pero de donde van a sacar sospechas... por eso aquí me tenés entre todos haciéndome la dolorida. Manga de tarados, todos me tienen lástima... ¡busquen nomás, busquen!, lamento que aquel no este para mirar esto también, si todo nos salió perfecto. ¡Siempre fuiste tan tonto!. Si vieras tus ojos entreabiertos y esa mueca en la boca con un hilo de sangre. Esta vieja maldita me mira llorar y sospecha.Yo se bién que sospecha, pero miráme nomás, miráme... ¿que vas a poder probar vieja?, ¡nada! lástima no poder gritártelo en la cara!, ¡nada, nada podés probar!. Como hago para sacarme a estos de arriba, para que no molesten más, ya me incomoda verte así tanto tiempo. Pensar que casi largo la risa cuando hice todo ese teatro al recibir la noticia... ¡que novedad me daban!. Ya se: hago que me desmayo, caigo en la silla y que me saquen, ya aguanté suficiente. ¿Pero que hace aquel?. ¿Qué mirará el milico en la repisa de la estufa?. Las viejas me tapan y no me dejan ver lo que está mirando con tanto interés... quisiera poder decirles a todos que me dejen quieta, que a mi esto me tiene sin cuidado, que no me consuelen mas, déjenme quieta. Lo que miraba era una foto...¿qué foto tiene en la mano...? ¡pero esa foto no estaba allí ayer!... ¿o estaría y no me di cuenta...? me quiero morir, allí estamos los tres el día que fuimos a cazar capinchos y aquel tiene el 38 en la cintura, si se ven claritas las cachas blancas. Si el uniformado saca cuentas se complica... ¿cuando pusieron esa foto allí y quién la puso?. El tipo ahora esta mirando el revolver. Me parece que se va a avivar, me tengo que ir, me tengo que ir rápido. Vos eras demasiado abombado para hacer algo así... pero esa mueca en tu boca ahora parece una sonrisa, es como una sonrisa. Si, una sonrisa parece. ¿Estas sonriendo, porquería? Este milico me viene a hablar y aquel no está para ayudarme, qué hago, cómo zafo de esto, que le digo por Dios... ¿Porqué me estas sonriendo?, no te sonrías... ¿no me oís?, ¡no te sonrías... por favor, no te sonrías!.

El panteón


El panteón



“Cielo nuboso, lluvias y tormentas probables, máxima de 12, mínima de 2, con
sensación térmica de 3 grados bajo cero. Vientos del este moderados, con
posibles rachas fuertes. Pronostico para las siguientes 24 horas: sin cambios.”

El informe meteorológico no era alentador.

El tordillo avanzaba a tranco lento, cansado. La jornada había empezado al amanecer y las sombras largas anunciaban la puesta del sol.
Efraín escuchaba la vieja Spika, que había sido de su padre y funcionaba desde las épocas del ruralista Chicotazo, allá por los cincuentas. Fue parte de la escasa herencia que aquel le pudo dejar. Esa radio, el rancho
de terrón en terreno invadido, unos pocos muebles viejos, cobijas y fogón a
leña. Pobres, siempre habían sido. Pero eso si, derechos. Muy derechos.
El viejo siempre decía que no tenia cosas materiales para dejarle, pero que lo que mas les quería heredar, era su ejemplo de decencia.

Su padre nunca supo cuanto le molestaban esos asuntos a Efraín.

Había sido decente de niño, de joven y de no tan joven, y siempre veía pasar
las bondades de la vida en las manos de los que no lo eran. Vio tamañas injusticias que le hicieron a su viejo, otras gentes que después lucraron con sus mentiras. Los derechos quedaron torcidos, los torcidos quedaron bien derechos.

- Seré pobre si, pero no imbécil. Y derecho, si conviene, se decía.

Por eso hacía tiempo que no respetaba esos asuntos de decencia.

Esa falta de los principios familiares le trajo algunos beneficios materiales, pero su foto figuraba en las comisarias del Departamento. Lo conocían bien a Efraín los uniformados. Lo conocían como contrabandista y ladrón de ganado, que eran sus mas destacadas cualidades, pero también tenia entradas por alteración del orden público, generalmente por polleras y caña brasilera entreveradas.

Lo que nadie sabia era que una vez, el pleito había seguido después del baile.

Estaban solos cuando se encontraron nuevamente con el Chango Barboza en el ceibal. El otro le dijo que ahora nadie los iba a separar, que se aprontara para recibir a la huesuda, que no era hombre de andar escapando a su destino, que iban a resolver sus discrepancias a punta de facón, y sin distingos.


Efrain sabia bien que el Chango era muy bueno con la faca. Bueno y fuerte.

Bueno, grande y fuerte. Muy fuerte Él a su lado era un enclenque.

Podía haber intentado salir del entrevero, pero la caña les pesaba a ambos y los pensamientos se hacían lentos. Solo el miedo iba calando hondo. Y esa
sensación de perdida de vida inminente, que le hacia nacer la necesidad
natural, ese reflejo arcaico, de sobrevivir a cualquier costo.

Entonces pensó en su padre, recordó lo de ser derecho, de la decencia, de la
importancia que aquel le daba a esos asuntos.

Y vio que el otro se le venía.

Barboza era grande, fuerte y diestro con la faca, pero tenia una borrachera
impresionante, y a él el susto prácticamente le había sacado el alcohol del
organismo. Ese era el lado flaco de Barboza. Lo vio venir, tropezar en la raíz
del ceibo y caer como una bolsa cerca suyo. Volvió a pensar en su padre, en
ser derecho, en la decencia. Y cuando el borracho comenzaba a enderezarse le metió la primer puñalada por la espalda. Y luego otra y otra sin lamentos. La sangre le calentó la mano. El dolor y la muerte que llegaba, por un momento dejaron lúcido a Barboza que, agonizante, le agarro el brazo y con los ojos muy abiertos, mirándolo fijo, antes de morir alcanzo a decirle:

- Cobarde, mataste a traición, no sós derecho, voy a volver para vengarme, hijo de... y la muerte no lo dejo terminar la frase. La boca quedo abierta, la mano como una garra no dejaba de apretar y los ojos seguían mirando fijo, muertos.


Efrain sintió que se le erizaban todos los pelos de la espalda hasta la nuca. No lamentaba haber matado al otro, se jugaba la vida en el asunto, pero las palabras del moribundo lo dejaron desequilibrado.

Le costó quitarse la mano muerta que porfiadamente le apretaba el brazo, pero lo logró con un gesto de asco. El cadáver hizo un ruido seco al caer entre sus piernas, y él instintivamente dio un salto atrás horrorizado.


Rápidamente lo escondió en lo tupido del monte, fue a las casas, trajo pala y pico y poco tiempo después el finado estaba metro y medio bajo tierra, en la cañada.

Nadie supo, nadie vio, nadie sintió nada.

Las palabras del muerto seguían sonando en su cabeza...”...voy a volver para vengarme, hijo de...”. Por varias noches vio la cara muerta mirándolo fijo, se le entreveraba con la de su padre que le repetía incansablemente lo de la
decencia, a veces se le aparecía el Chango en los sueños y le recriminaba con
la voz de su padre que no había sido derecho. Otras veces una calavera con
girones de carne podrida le agarraba el brazo y lo jaloneaba hacia la tierra,
pero la constante era que no podía dormir tranquilo nunca, y no eran pocas las veces que se despertaba gritando y todo transpirado.

En el pago todo había quedado por eso. Pensaron que Barboza se había ido al Brasil, en busca de trabajo zafral, como hacía a menudo. Ya volvería. Efrain
preventivamente se fue a tropeár a la cuarta sección por unos meses para
alejarse de posibles sospechas y problemas con los uniformados.

Así, la muerte a traición del Chango Barboza quedo impune, nadie se enteró. Solo él sabia la verdad, no había forma que alguien mas supiera.

El cielo gris oscuro, con tenebrosas nubes casi negras, advertía que faltaba
poco para un temporal de los grandes, confirmando en los hechos la previsión meteorológica. Volvía al pago. Había pasado suficiente tiempo.
Ya estaba cerca, solo le faltaba vadear el paso de Guichón, antes del bajío de Caillava y pasar por el ceibal. Luego, la ruta y poco mas adelante, su rancho.

Algo le molestaba y él sabía bien por qué. Ese era el ceibál de la traición, allí estaba enterrado el finadito. Pero no tenía como zafar, la cañada estaba crecida, no había otro paso.


Apagó la Spika y la guardó en un bolsillo envuelta en una bolsa de plástico. Comentó en voz alta:

- No se equivocaron los puebleros, se viene bruta tormenta. Y pensó:

- “Y yo ya estoy grande pa´fantasmas.”

Así que taloneando las verijas del tordillo, lo obligó a un trotecito mas apurado. El noble compañero respondió resoplando, ya cansado.

Cantidad de retorcidas raíces superficiales no les permitían rapidez, y aunque Efrain quería pasar ligero por ese ceibál, se vio obligado a aflojar las riendas y andar al paso. Ya estaba mas oscuro, un viento fuerte levantaba hojas secas haciéndolas revolotear cerca del hombre. Al pasar por las ramas desnudas de los ceibos el viento se quejaba y a cada racha se sentía un gemido largo y triste. Los pelos de la espalda se le empezaron a parar y un frío a recorrerle los brazos. Decidió arriesgarse a la revolcada y apuró al matungo nuevamente.

Las hojas sueltas le golpeaban el rostro, una rama se enredo en el poncho y sintió que le agarraban el brazo. Se soltó con desesperación, y mientras el viento soplaba mas fuerte, la voz del finado, como un quejido decía:
- VoolveeEEEeerr, voy a volveeeeeeeeeeerrrrrrr, voy
a veengaaaaaaarrrrrmmeee... Pasó cerca de la tumba,
y para entonces ya había obligado al caballo a un galope franco a puro golpe
de fusta. El corazón parecía salírsele del pecho.

Divisó a lo lejos la ruta, cuando comenzaban a caer las primeras gotas.

Sabia que a pocos kilómetros encontraría el panteón de los Galylmar-Godoy, estancieros que habían construido, muchos años atrás, un gran cuarto con techo de cúpula para enterrar sus muertos. Varias generaciones de estancieros estaban allí. El viejo panteón abandonado no tenia puerta, su hermosa reja de hierro forjado yacía entre el pasto semidestruida y herrumbrada y era común que los viajeros se resguardaran del mal tiempo en esas ruinas, porque el techo tozudamente resistía el paso del tiempo. Él no seria una excepción.

El miedo que le caló en el ceibal se estaba yendo y veía mas cerca el panteón donde se guarecería. Llegó, desmontó apurado, con un movimiento automático enredó la rienda al alambrado y corriendo se zampo adentro.
Llovía a cántaros. Lo había logrado. Suspiró profundo.

Cuando comenzaba a relajar tensiones, una mano le apretó el brazo y del fondo del panteón la voz ronca, inhumana, infernal, del Chango Barboza le dijo:

- Te vi venir de lejos, y te estaba esperando, Efraín.

El Comisario Artigas le preguntó por quinta vez a Magdaleno Casal:

- Yo sé que este no era trigo limpio, pero: ¿cayó así seco, nomás?

- Le repito, mi comesario, lo vi venir, yo estaba adentro del panteón
cobijándome de la tormenta. Entró apurado, se paro en la puerta sacudiéndose el agua y mirando pa´fuera. Yo solo lo toqué y lo saludé, - lo conocía de tiempo - y el hombre quedo duro. Cayó al piso como fulminado, seco. Si, muerto sin discusión, mi comisario, tenia los ojos bien abiertos y la cara le quedó azul oscuro. La boca con una mueca bien extraña. Pobre, vendría enfermo el paisano sin saberlo, y con la corrida y el frío... quién le dice, uno nunca sabe cuando le va a tocar, mi comisario, reflexionaba en voz alta Magdaleno, arreglando en su bolsillo la Spika recién encontrada en el piso del panteón.

Bajo una lluvia torrencial los agentes llevaban rutinariamente el cuerpo del finado tapado con una cobija vieja a la furgoneta oficial. En el momento que lo ponían en la caja, un rayo cayo muy cerca, iluminando la noche cerrada, y el impresionante fragor del trueno hizo temblar la tierra. Nervioso, el tordillo escarceaba intentando soltarse del alambrado.

El Comisario comentó al Segundo a cargo:

- Ese cayo ahí nomás, cerquita, en el ceibál. Ta bravo el tiempo, che,
mejor apurate y vámonos pa´las casas.